sábado, 16 de enero de 2016

Caballo de Troya - EL Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 21 )

El posadero no se rindió . Y dispuesto a sacar el máximo provecho del nuevi inquilino fue enumerándome  << otros servicios >> propios del albergue , igualmente a disposición  de los << honorables clientes >> . A saber : << una burrita  con la que calentar la cama  >> 8 dos ases por noche ) << inspección y cura de los animales de carga  >> ( precio a convenir ) , << servicio de guía y protección armada , si mi trabajo requería viajar por la comarca >> ( un  denario -día para el conductor e idéntica  tarifa para cada hombre de la escolta ), << aprovisionamiento >> ( también a convenir ) y , en fin , hasta << mapas de los caminos  y parajes  de la baja Galilea >> ( a razón de seis sestercios el ejemplar ). Esta última << oferta >> ,  por razones que el enano egipcio no podía sospechar , sí fue de mi interes . Y << el rana >> , complacido , quedó en mostrarme el valioso << género >> en cuanto regresáramos a la planta baja .
Aparentó dudar . Recorrió las siete estrechas y negruzcas puertas que se alineaban en uno de los flancos  pero , con su habitual teatralidad , me hizo ver que << aquéllas no eran celdas dignas de un hombre ilustrado >> . Mis temblores arreciaron . ¿ En qué clase de << cueva >> había acertado a caer?
Y brincando sobre las crujientes y desarmadas traviesas fue a detenerse frente a una habitación situada al oeste del edificio . Buscó bajo el grasiento mandil y con una risita nerviosa me mostró una de aquellas aparatosas llaves , en ángulo recto , con pomo esférico de madera  y cinco largos dientes  en el extremo de hierro . El cinismo y falsedad del posadero no conocían límites . Si cada una de las veintiocho habitaciones de la psada se abría  con su propia llave  , y si el egipcio sólo cargaba en su ceñidor la que ahora me enseñaba , ¿ a qué tanta duda y miramiento ? Debía permanecer muy atento ; en especial con la bolsa de los dineros ...
La cerradura , pintada en ocre por el óxido , gimió a cada intento . Por fin , con el concurso de un puntapié , la hoja se abrió , rechinando sobre unos goznes legeramente dormidos . Y doblándose en una exagerada reverencia me cedió el paso . dos angostos ventanucos  de veinte centímetros  y poco más de un metro de altura  dejaban pasar sendos cañones de claridad , suficientes para iluminar una apestosa y desconchada celda de dos metros de lado .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez 

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