domingo, 17 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 28 )

Tan sólo en las dos << vias >> que he dado en calificar de << importantes >>  habían sido dispuestas sendas canalizaciones , consistentes en una zanja central de quince centímetros  de profundidad por treinta o cuarenta de anchura   , según los lugares .
Al principio , en mi proverbial torpeza , perdido una y otra vez  entre los estrechos patios  y pasadizos  , me vi en la necesidad de retroceder  , sorteando los cajones de madera  que hacían las veces  de improvisados fogones  y a las mujeres y ancianos que vigilaban los guisotes . Ninguno protestó por la irreverente invasión de sus dominios  . En realidad , aunque cada propiedad  debía  hallarse perfectamente delimitada  , la aldea  , como ya mencioné , era un todo sin muros ni barreras . La proximidad de las casas era tal que en infinidad de lugares  , dos hombres tenían dificultades a la hora de pasar uno junto al otro . Algunas mujeres  , aprovechando el frescor de la mañana  , baldeaban a las puertas  de las viviendas  , arrojando el agua  con las manos  desde grandes tinajas depositadas en tierra . En otros rincones , sin embargo , las basuras y el lodo formaban grandes y apestosos montones , cubiertos de moscas y de asustadizos gatos negros y atigrados .
Con la permanente visión del Nebi como referencia fui ascendiendo por las rampas y escalones de ladrillo cocido , espiado por las curiosas miradas de las matronas  y de los niños  . Numerosos  callejones  se hallaban  combreados  por tejadillos  de cañizos que volanban de terraza en terraza  y , en ocasiones  , por los sarmentosos  brazos de tupidas parras  que daban vida  a los ciegos  muros , la mayoría  sin ventanas  . Uno de los aspectos  que más gratamente  me impresionó de tan humildísima aldea fueron las flores . No había  casa que no las tuviera . Alineadas a uno y otro lado de las puertas  , llenando patios  o trepando fachadas florecían la menta  , el jazmín , las enredaderas  , los rojos tulipanes de montaña , los narcisos de mar y una pulsante << paleta >> de blancas , escarlatas , amarillas y violetas anémonas , ranúnculos y rosas . La fragancia y el colorido de aquellos minúsculos jardines hacían olvidar en parte la suciedad y el abandono de muchos de los recovecos  del poblado . Sólo así , experimentando in situ la pequeñez y la modesta condición del lugar , empecé a comprender la fundada frase de Bartolomé : << ¿ Es que de Nazaret puede salir algo bueno ? >>
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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