martes, 10 de mayo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - del 4 al 14 de mayo ( 27 )

Dejado atrás el poblado , el contus o lanza del decurión volvió a levantarse , indicando a los jinetes que retornaran a la primitiva formación . Y los sudorosos caballos frenaron la marcha , acomodándose a un trote ligero .
Al distinguir el cruce a la aldea de Lavi el corazón aceleró . Al pie del camino , en el mismo lugar donde lo auxilié , aguardaba nuestro paso el niño de la << erisipela >> . Detrás , con la mercadería  de siempre , otra vieja << conocida >> . la madre . Y al llegar a su altura comprobéfeliz que rostro y cabeza continuaban limpios y notablemente mejorados  . Y sin poder contenerme agité el cayado , saludándolos . El pequeño deslumbrado por los brillantes cascos , las cotas de mallas con hombreras , los ovalados y violáceos escudos , las picas , las spatha colgando en bandolera y , sobre todo , por los altos y poderosos caballos  no reparó en mi señal . La mujer , en cambio , al reconocerme , se alzó veloz . Y agitando los brazos  correspondió al saludo . Algunos de los ginetes la observaron indiferentes . Y de pronto , impulsada por un noble sentimiento , se precipitó sobre los cuencos de arcilla . Atrapó varias de las cebollas y se lanzó a la carrera , en persecución de la decuria . Me estremecí . Dado el rígido e implacable carácter de aquellos soldados  era imposible predecir su comportamiento respecto a la buena mujer . Y jadeante  , sin dejar de sonreír , consiguió darnos alcance  . Y rebasando la hilera de cinco jinetes que trotaba a mi espalda , en un último esfuerzo se arrojó sobre mi caballo , ofreciendo los blancos y engordados bulbos . Y el Destino fue misericordioso . Ninguno de los caballeros hizo ademán de apartar o lastimar a mi << amiga >> . Tomé los frutos y , sonriendo , le di las gracias . Y allí quedó , satisfecha , diciendo adiós con la mano envuelta en el polvo y el agradecimiento de quien esto escribe .
Cruzamos raudos ante la posada del << tuerto >> , alcanzando al poco el desvío que conducía a la blanca y sosegada Caná . A partir de allí , el camino fue nuevo para mi . La patrulla prosiguió hacia el noroeste , ajustando la marcha al sin fin de suaves colinas que ondulaban el paisaje  . Unas colinas , en las estribaciones de los montes de la Galilea  , primorosamente conquistadas por los laboriosos felah . A derecha e izquierda , hasta donde alcanzaba la vista , las faldas eran una interminable  sucesión de verdes , blancos y dorados  , consecuencia de brillantes y cumplidos olivares , almendros cargados de luz y océanos de trigo y cebada . Aquella , en efecto , era la auténtica Galilea que recorió Jesús .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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