martes, 10 de mayo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - del 4 al 14 de mayo ( 28 )

Rodeamos Séforis , capital de la baja Galilea , adentrándonos hacia el sur  . Y el lino , en la fase de secado de las cañas , higueras y viñas tomaron el relevo , oscureciendo los menguados valles y cañadas . Algunos campesinos , previsores , podaban ya las altas y retorcidas vides , apuntalando las prometedoras ramas con cañas y estacas . En cada plantación , como ordenaba la ley , se alzaban una o varias torres de piedra de hasta diez metros de altura que servían para la vigilancia durantela vendimia .
Y alrededor de las once descendimos hacia la estrecha y larga planicie de Jezreel , uno de los graneros de Israel .
Este explorador no salía de su asombro . La disciplina y austeridad de aquellos jinetes eran realmente espartanas . Ni uno solo abrió la boca . Ni uno solo , en las dos horas de marcha , echó mano de la cantimplora . De vez en cuando , el jefe de fila volvía la cabeza , interesándose en silencio por el estado de hombres y monturas . Sólo en una ocasión me atreví a ofrecer al decurión las jugosas cebollas . Fue al atravesar los campos de lino de Séforis . El sudor oscurecía los rojos y ajustados pantalones que les cubrían hasta la mitad de la pierna  , empapando igualmente las camisas violetas de manga larga . Pero las rechazó con una media sonrisa . Y prudentemente las devolví al saco de viaje .
Saltamos sobre el río Kishon y , conocedores del terreno , apretaron la marcha , cubriendo al galope los cinco últimos  kilómetros de llanura  . No les faltaba razón . Entre el oro de los maduros trigales , el turquesa de las hortalizas y el azabache de los rastrojos de cebada recién calcinados , menudeaban charcas y lagunas de escasa profundidad , encapotadas por zumbantes manchas de mosquitos . Minutos más tarde al atacar la cadena montañosa del Carmelo , respiramos aliviados . E iniciamos una arisca subida . La calzada , pacientemente enlosada por los audaces ingenieros romanos , trepaba y se dejaba caer entre pronunciados precipicios . A partir de allí el paisaje se cerró y nos adentramos en un frondoso bosque , tan abundantes en aquella Palestina del tiempo de Jesús .
Autor : J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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