El portalón volvió a cerrarse y las gentes- un tanto defraudadas - se enzarzaron en mil debates . El desfile humano , a pesar de la promesa de Simón Pedro . no se estinguiría hasta bien entrada la noche . El irreflexivo gesto del sais fue recriminado al punto por Andrés y el resto de los Zebedeo , acusándole de << inconsciente >> . El enfado de estos hombres era tal que , por espacio de algún tiempo , se negaron incluso a dirigirle la palabra . Cuando los ánimos volvieron a su cauce me las ingenié para aislarme en el interior de la casa con el apesadumbrado Juan y con Assi , el esenio . Les expuse mi deseo de reconocer al jefe de la familia y , si daban su consentimiento , someterle a la definitiva eliminación del mal que le aquejaba . A los pocos minutos , el Zebedeo conducía a su anciano padre hasta la alcoba donde me disponía a llevar a cabo la sencilla << intervención >> . Alegó que se encontraba mucho mejor , pero , dócil y sonriente , se doblegó a mis sugerencias , sentándose frente al ventanuco arientado a poniente . Solicité de Juan que calentara agua y , de inmediato , ayudado por Assi , transportaron hasta la estancia un curioso brasero de hierro cuadrangular . El artilugio - un authepsa - era uno de los escasos enseres importados de Italia ( posiblemente de Ponpeya ) En el centro , un brasero mantenía caliente el agua almacenada en las huecas paredes , así como de las cuatro torretas que emergían de sus esquinas .
Ante la curiosa e inquisidora mirada del << auxiliador >> examiné los oídos del Zebedeo . Como suponía , el rígido tratamiento de aquellos días había hecho efecto : el cerumen , rebaldecido , << flotaba >> prácticamente en el conducto auditivo externo . Cuando estimé que el agua había alcanzado una temperatura idónea ( alrededor de 20 grados centígrados ) , rescaté la << jeringa >> de la bolsa y procedí a su llenado . A una indicación mía , Assi , cargado de buena voluntad , sostuvo una escudilla de madera bajo la la oreja derecha del paciente anciano . En principio procuré que el Zebedeo no viera el grueso artiligió . Traté de tranquilizarle , anunciándole que no experimentaría dolor alguno y avivando su confiamza en aquel médico y amigo . Juan me guiñó un ojo , animándome . Introduje la << aguja >> de metal en el oído y , suave y lentamente , le inyecté el agua caliente . El anciano al notar el flujo , cerró los ojos . Pero se contuvo . Al momento , una negra << bola >> de cera - grande como una alubia - saltaba sobre el plato.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
¡ FELIZ NAVIDAD !
Ante la curiosa e inquisidora mirada del << auxiliador >> examiné los oídos del Zebedeo . Como suponía , el rígido tratamiento de aquellos días había hecho efecto : el cerumen , rebaldecido , << flotaba >> prácticamente en el conducto auditivo externo . Cuando estimé que el agua había alcanzado una temperatura idónea ( alrededor de 20 grados centígrados ) , rescaté la << jeringa >> de la bolsa y procedí a su llenado . A una indicación mía , Assi , cargado de buena voluntad , sostuvo una escudilla de madera bajo la la oreja derecha del paciente anciano . En principio procuré que el Zebedeo no viera el grueso artiligió . Traté de tranquilizarle , anunciándole que no experimentaría dolor alguno y avivando su confiamza en aquel médico y amigo . Juan me guiñó un ojo , animándome . Introduje la << aguja >> de metal en el oído y , suave y lentamente , le inyecté el agua caliente . El anciano al notar el flujo , cerró los ojos . Pero se contuvo . Al momento , una negra << bola >> de cera - grande como una alubia - saltaba sobre el plato.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
¡ FELIZ NAVIDAD !
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