lunes, 27 de abril de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 5 de abril , miercoles ( 44 )

Al poco , y por la misma puerta por donde habíamos penetrado en la explanada , vimos aparecer s un hombre joven , cubierto contípica túnica roja de los legionarios , escoltado por dos centinelas .
Al llegar frente a los centuriones  , Civilis le saludó con el brazo en alto . El condenado respondió al saludo y sin más preámbulos el jefe de las centurias ordenó a la custodia que le despojaran de su vestimenta  . Desde mi posición , a espaldas de los oficiales , observé cómo  Civilis entregaba su bastón al tribuno .
Mientras uno de los centinelas sostenía la lanza de su compañero , éste , haciendo presa en el escote de la túnica , dio un fuerte tirón , desgarrándola hasta la cintura . Inmediatamente , el soldado tomó la prenda por la parte baja del desgarrón , abriéndola en su totalidad con otro certero golpe . Arrojó la túnica  a la arena procediendo después a despojar al desdichado de su taparrabo . Una vez desnudo , la guardia y los centuriones  retrocedieron unos pasos  , dejando al reo en mitad del círculo que habían ido formado   los 40 o 50 mercenarios que habían conseguido una de aquellas varas . Ante mi sorpresa  , aquel infeliz  no se movió siquiera . Su rostro había palidecido y sus ojos , desencajados por un crecuente terror , parecían ausentes .
El tribuno se acercó entonces al sirio , tocándole suavemente con el sarmiento que le había cedido Civilis . Y al instante , como impulsados por un odio salvaje e irracional , los soldados saltaron sobre la víctima , golpeándole entre alaridos e insultos  . El joven se llevó instintivamente los brazos a la cabeza  , pero la lluvia  de golpes  era tal que no tardó en doblar las rodillas , con la frente  , rostro y orejas materialmente machacados  y cubiertos de sangre  . Una vez caído  , aquellas bestias humanas  , sudorosas y jadeantes  , arreciaron en sus bastonazos  hasta que la víctima  terminó por hacerse un ovillo , hundiendo el rostro en la arena  . En ese instante , Civilis  hizo una señal a uno de los centuriones  . Y aquel coloso - de casi dos metros de altura  y la embergadura de un oso - se habrió paso a empellones  entre la enloquecida chusma  . Al verle , los mercenarios  cesaron  en sus acometidas . Y el silencio , apenas roto por las agitadas respiraciones  de los apaleadores  , reinó nuevamente en el lugar .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio martinez                                

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