viernes, 10 de abril de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 5 de abril , miercoles ( 16 )

El centurión leyó el contenido y devolvió la tablilla al mercenario , que desapareció nuevamente en el interior de la sala . Para entonces , varios de los soldados  que formaban la << excubiae >> o guardia de día  en aquel sector de la fortaleza  - y que descansaban en uno de los bancos de madera del interior del cuarto - se habían asomado a la puerta , observándonos con curiosidad .
- ¿ Qué contiene la jarra ? preguntó de improviso el centurión .
Gracias al cielo , José se adelantó :
- Es vino de las bodegas subterráneas de Gabaón ....Sé que al gobernador le gusta ....
- Tendrán que abrirla  - repuso el oficial , al tiempo que hacía una señal a uno de los soldados que contemplaba la escena .
Crucé una rápida mirada con José y éste , sin inmutarse , tomó el ánfora , retirando la tapa de barro que la cerraba . El mercenario se hizo cargo del recipiente , llenando un cacillo de latón . Después de oler el contenido se llevó el rosado líquido a los labios , bebiendo .
El centurión dio por buena la comprobación y nos rogó que entregáramos las armas . El de Arimatea le explico que éramos hombres de paz y que no portábamos espadas . Pero el oficial , sin prestar demasiada atención a las palabras del anciano , ordenó a dos de los centinelas que registraran nuestro atuendo . Después de palpar costados , cintura , pecho y brazos  , movieron negativamente sus cabezas . En ese inatante , el concienzudo oficial se fijo en li vara .
-  Deverás dejarla al cuidado de la guardia - me dijo .
Y antes de que pudiera reaccionar , otro de los romanos me arrebató la << vara de Moisés >>. El corazón me dio un vuelco . Aquello no estaba previsto . Y aunque el cilindro de madera había sido acondicionado para soportar los más volentos vaivanes y encontronazos  , el solo pensamiento de que pudiera ser dañado o extraviado me sumió en una profunda inquietud . Aquello , además , significaba no poder filmar la entrevista con Poncio Pilato.
Por otra parte , saltaba a la vista  que el centurión  no estaba dispuesto a dejarme pasar con el cayado . Si verdaderamente quería llevar adelante el proyecto de Caballo de Troya  tenía que resignarme y confiar en la fortuna . Guardé silencio , tratando de no conceder demasiada importancia a mi vara . Lo contrario hubiera despertado recelos y suspicacias nada deseables en aquella irrepetible oportunidad .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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