miércoles, 1 de abril de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 4 de abril , martes ( 19 )

Por un momento creí que el querellante iba a situar el pequeño cesto en las manos de la condenada pero , por indicación de un de los levitas que sujetaba  a la mujer , terminó por colocarlo en tierra . A mi regreso al módulo , en la mañana del domingo , la computadora me aclararía  este extremo : La tradició bíblica  especificaba que la ofrenda del marido - la << efá >> de harina de cebada  - debía ser colocada sobre las manos de la victima  . El sacerdote , entonces , ponía su mano bajo las de la mujer , agitando el recipiente de forma ritual . A continuación , lo acercaba al altar , cogía un puñado y lo quemaba  . El resto era destinado a la alimentación de los sacerdotes del Templo .
La peligrosa resistencia de la infeliz  - que no podía ser liberada del firme control de los policías - hizo aconsejable en este caso que el sacerdote pasase por alto aquella parte del ritual .
De pronto , y por la zona más próxima  a la muralla , los judíos fueron abriendo un pasallo , dando paso a otro sacerdote , estrechamente escoltado por seis levitas . Un murmullo se levantó entre el gentío al descubrir que aquel sacerdote transportaba algo entre sus manos . El objeto en cuestión  - bastante liviano , a juzgar por el escaso esfuerzo desarrollado por el hebreo  - aparecía  cubierto por un lienzo blanco . Imaginé al instante que podía tratarse del recipiente que contenía las << aguas amargas >> . Desgraciadamente no tuve que aguardar mucho tiempo para despejar mis dudas . La recien llegada escolta se situó en torno a la mujer y a los policías que la sujetaban , formando un segundo cordón de seguridad .
El sacerdote retiró el lienzo y apareció a la vista de los presentes un pequeño cuenco de arcilla roja , con una capacidad aproximada de un litro . Al verlo , la esposa sufrió un nuevo ataque de desesperación , convulsionandose violentamente  y profiriendo unos alaridos que hicieron levantar el vuelo de las numerosas palomas que se hallaban posadas sobre los torreones y cúpula  delo templo .
Un silencio total  - roto únicamente por los aullidos de la prisionera  - cayó poco a poco sobre el lugar . El sacerdote que portaba la vasija de barro levantó entonces su voz , conminando a la mujer a que , por última vez , se declarara culpable o inocente .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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