martes, 7 de abril de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 5 de abril , miercoles ( 5 )

Mientras Jesús terminaba de calzarse las sandalias con cintas de cuero , Felipe , Andres  y otros discípulos comenzaron a salir de la tienda . En ese instante vi aparecer en el campamento al pequeño Juan Marcos , cargando una cesta . Sin mediar palabra se la entregó a una de las mujeres , sentandose después junto a la hoguera . Sus ojos no perdieron ya de vista a Jesús .
Algunos de los apóstoles  imitaron al Maestro y , tras las abluciones , ocuparon también un lugar alrededor de las llamas , dispuestos a desayunar .
Las mujeres comenzaron a distribuir  leche caliente  . Una de ellas retiró que cubría la cesta  de Juan Marcos  y , con vivas muestras de alegría  , enseñó a los discípulos  dos enormes hogazas de pan . Felipe  se hizo cargo de ellas  y , tras  cortarlas en rebanadas , fue repartiendolas  . Yo aproveché aquellos momentos  para aproximarme  al lebrillo donde se había aseado el Señor y sus hombres  y examiné  la pastilla cuadrangular de jabón . Al olerlo percibí de inmediato un gratisimo perfume a romero . Una de las mujeres  , al verme tan ensimismado con el jabón , se adelantó hasta donde yo estaba y , soltando una carcajada , me advirtió :
- Jasón , eso no se come ....
La buena mujer no tuvo inconveniente en detallarme cómo confeccionaban aquel jabón . Cuando no tenian a mano sebo , utilizaban tuétano de vaca . Una vez fundido en agua caliente  lo mezclaban con aceite  , añadiéndole  esencia de romero  - como en este caso - o diferentes perfumes  , tales como tomillo , azahar , o zumo de limones . Después , todo era cuestión de verter el líquido en unos rudimentarios  moldes de madera  o de hierro y esperar . Cuando el grupo tenía tiempo y dinero , las mujeres preferían perfumar el jabón con láudano . Algunos pastores se dedicaban a su venta . Al parecer , les resultaba bastante fácil de obtener : bastaba con que tuvieran paciencia  para peinar las barbas  de las cabras que pastaban en los jarales  . La resina en cuestión impregnaba los mechones de pelo de los animales y los pastores , como digo , sólo tenían que retirarla .
Atento a las explicaciones no caí en la cuenta de que alguien se hallaba a mi espalda . Al volverme recubí una nueva sorpresa . Era Jesús  . Traía un humeante cuenco de leche en su mano izquierda  y una rebanada de pan en la derecha  . Al ver mi cara de asombro , sonrió maliciosamente , haciéndome  un nuevo guiño e invitándome  a que aceptara la colación . Al tomar el pan y el recipiente , mis dedos rozaron su piel y noté alarmado cómo mi corazón multiplicaba  su bombeo . ¡ Qué difícil era conservar la objetividad ante aquel extraordinario ejemplar humano ....!
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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