jueves, 25 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 228 )

En cuanto a la aceleración de la eritropoyesis en la médula ósea  y la estimulación se la síntesis proteica  , hacía tiempo que habían quedado << bajo mínimos >>.
estas pérdidas en el torrente sanguíneo y la no ingesta de líquidos compensacores desde que fuera izado sobre el madero vertical estaban originando una sed aplastante - quizá uno de los peores sufrimientos - y , consecuentemente , un desmesurado y casi sostenido gasto cardíaco . La rudimentaria ventilación pulmonar , cada vez más degradada  , había hecho saltar todas las  alarmas >> y el corazón en un esfuerzo supremo , luchaba por bombear sangre  a las musculaturas de hombros  , brazos e intercostales  . Estos últimos  , sobre todo , se habían hecho cargo prácticamente  del 90 y , a veces del 100 por 100 de la responsabilidad respiratoria .
El músculo cardíaco , en definitiva , que en una persona  normal trabaja  a razón de 60 a 70 pulsaciones por minuto , golpeaba la caja torácica  de Jesús  a un promedio de 120 - 130 latidos  , agobiando ante la dramática  solicitud de oxígeno y de fuerza  por parte de las áreas nobles  del organismo : cerebro , riñones  y , en estas circunstancias  , de la musculatura que peleaba  por la entrada  de aire en los pulmones  . El instinto de supervivencia  estaba imprimiendo  al corazón un gasto que Caballo de Trolla estimó entre 30 y 40 litros por minuto . Sin embargo , conforme  iba corriendo el tiempo , las formidables  palpitaciones  del Nazareno fuero oscilando  , con sensibles descensos  , consecuencia de la menor actividad del bulbo raquídeo , que empezaba  también a flaquear , enviando muchos menos impulsos nerviosos al corazón . Esto , en suma , provocaría un círculo vicioso de caracter irrevesible .
- 14,40 horas...
El Maestro , con las costillas tensas como ballestas y las arterias pulsando sin descanso , despegó la barbilla del tórax  . Su ojo derecho empezaba a apuntar un ligero estrabismo o desviación divergente . Frunció las cejas y con un gemido suplicante exclamó:
- ¡ Tengo sed !
Autor ; J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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