sábado, 13 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 164 )

Al ponerse en marcha  , el condenado situado en el centro dio un tirón de la maroma , obligando al Nazareno - que ocupaba el tercer y último lugarb - a seguirle . Las pronunciadas oscilaciones del leño que cargaba el rabí  y sus pasos vacilantes , inseguros , con aquel penoso arrastre de su pierna izquierda , nos hicieron temer a todos una nueva e inmediata caída  y , lo que era mucho peor  , una posible parada cardíaca . Y digo << a todos >> porque , desde el principio , los cuatro soldados que cerraban conmigo la escolta cruzaron algunas miradas de preocupación , confirmando con significativos movimientos de cabeza que aquel prisionero no estaba en condiciones de llegar al Gólgota . Pero , de momento , nadie dijo nada .
Los reos salvaron los 25 primeros metros y el pelotón entró en el túnel abovedado de la puerta oeste ; aquél poe el que yo había accedido a Antonia en la compañia del anciano de Arimatea . Allí , desafortunadamente , se produciría un nuevo problema ...
Algunos de los centinelas se habían asomado con curiosidad a la puerta del cuerpo de guardia , asistiendo entre risitas al paso de los condenados . Cuando el gurrillero que marchaba en medio llegó a la altura de los guardianes , aprovechando que los legionarios habían cesado en sus azotes a causa de la penumbra y de lo angosto del pasadizo , el tal Gistas se volvió hacia la izquierda , lanzando un salibazo sobre el romano más próximo . Y antes de que sus verdugos pudieran ponerle la mano encima arremetió con el filo del patibulum contra el centinela que caminaba a su derecha , dirigiendo el tronco hacia su rostro . El soldado cayó hacia atrás , precipitándose sobre Jesús . Ambos rodaron sobre el oscuro y húmedo empedrado del túnel . En esta ocasión , el impacto hizo que el Galileo se desplomara de espaldas . El revuelo fue indescriptible . Varios miembros del cuerpo de guardia y algunos de los romanos de escolta se ensañaron con el guerrillero , hundiendo las astas de sus lanzas en el vientre , costillas y dientes del provocador , hasta hacerle caer de rodillas .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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