martes, 16 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 175 )

Al fijarme aprecie cómo los labios se hallaban  agrietados , con las típicas manchas amarillentas en sus bordes , propias de la deshidratación . Lentamente , el Galileo fue apurando el brebaje . Al terminar , su boca quedó entreabierta , con el cuerpo estremecido por la fiebre y la consiguiente de frío . Entonces reparé en su boca , comprobé con espanto que la hermosa dentadura  del rabí aparecía  rota . Me situé en cuclillas  , al lado de Longini y tocando con mis dedos  el labio inferior  descubrí la dentadura  . Uno de los incisivos  inferiores  había desaparecido y el segundo presentaba  sólo una parte de la corona. Aquellas pérdidas sólo podían haber ocurridoen alguna de las cuatro caídas . En mi opinión , en la primera o en la cuarta y última .
Al notar la suave presión de unos dedos , bajando su labio inferior  , Jesús abrió como pudo sus ojos . El izquierdo se hallaba pránticamente  cerrado por los hematomas  y la rotura de la ceja  . MI mirada debió ser tan intensa  y compasiva que adiviné una chispa de agradecimiento en aquellas pupilas . La << hipotonía >> o blandura del globo ocular era tan evidente que me reafirme en la gravisima  deshidratación que padecía .
La temperatura del labio era muy alta y , sin poder remediarlo , comenté con el oficial el delicado estado del reo . Longino se incorporó y con un gesto de preocupación se dirigió al camino , observando a los  transeúntes . . Al principio me extrañó aquella reacción del capitan de la escolta . Después comprendí por qué se había alejado del pelotón .
Mientras observaba cómo el galileo iba recobrando el aliento , un grupo de veinte o treinta mujeres apareció bajo el arco de Efraín . Indudablemente venían al encuentro del Maestro porque , al descubrirlo al pie de la muralla  , se detuvieron . Avenzando tímidamente y , cuandose hallaban  a tres metros , uno de los romanos les cortó el paso con su lanza .
Me puse en pie y busqué con ansiedad a la madre del Maestro , pero pronto caí en la cuenta que aquel intento de identificación era ridículo . Yo no conocía a María . Las mujeres rompieron a llorar . Fueron unas lágrimas  amargas y silenciosas .
Autor ; J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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