martes, 30 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 253 )

El centurión desenrrolló el papiro y , tras leer atentamente el texto , asintió , dando su conformidad .
Pero la inesperada presencia de los dimitidos miembros del Consejo de Justicia Judío al pie de las cruces  movilizó de inmediato a los saduceos . Los sacerdotes vieron perfectamente cómo José entregaba el rollo al oficial y sospecharon que los discípulos del Galileo trataban de apoderarse del cadáver .
Entretanto , el verdugo había logrado desclavar la muñeca izquierda de Jesús . Y cuando se disponía  a hacer otro tanto con el último clavo , un súbito griterío le detuvo . La patrulla y todos nosotros vimos entonces cómo varios de los jueces , rojos de ira , se precipitaban hacia lo alto del Gólgota  , exigiendo el derecho a disponer de los cuerpos de los tres ajusticiados .
Longino hizo una señal a sus hombres y los 15 , con Arsenius en primera fila , cubrieron el borde este de la peña , cerrando el paso a los furiosos sacerdotes . Éstos , al alcanzar el final del callejón que conducía al promontorio , se detubieron en seco , estupefactos  ante los reflejos de las amenazantes espadas .
Pero lejos de retroceder , se encararon con la escolta , reclamando el cuerpo del Maestro . Parte de los curiosos que se habían unidi a los jueces , instigados  y alentados por éstos , clamaron también , insultando a los romanos y arrojándoles piedras . Los amotinados , embravecidos , empezaron a avanzar hacia el Calvario . Pero el centurión , desenvainando su espada , se colocó a la cabeza de los soldados y dio orden de cargar . En formación cerrada , prot3egiéndose de los proyectiles con los escudos , los romanos comenzaron a caminar con paso firme y decidido hacia los sanedritas que habían trepado hasta el peñasco . Sus rostros tensos , rezumando una rabia mal contenida , me hicieron temblar . Aquellos mercenarios parecían dispuestos a todo . Pero los sacerdotes , intuyendo el peligro , dieron media vuelta , huyendo atropelladamente . Uno o dos , en su precipitación , rodaron por el canal , siendo pisoteados sin piedad por la patrulla que , en hilera , corría ya en dirección a los irritados hebreos .
La carga no tardó en surtir efecto . Cuando el populacho vio a los soldados con las espadas en elto , dispuestos a masacrarlos si fuera preciso , retrocedieron , dispersandose en todas direcciones .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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