miércoles, 24 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 223 )

Juan agradeció el humanitario gesto del centurión y se apresuró a vover junto al grupo . Intercanbió unas palabras con las mujeres y , seguidamente  , una de las hebreas comenzó a subir  por entre las rocas , asistida por Juan y el otro hombre .
Conforme se aproximaban , mi pulso se aceleró . Y a los  pocos segundos  tuve ante mi a la madre terrenal de aquel gigante ....
Los soldados , algo más tranquilos , habían descendido por el segundo peñazco , entregándose  a la búsqueda de leña seca  con la que poder encender una fogata  . Ellos , lógicamente  , no podían prever la duración de la oscuridad y Arsenius  , prudentemente  , ordenó a los infantes  que se hicieran con una buena provisión de combustible . Faltaban cuatro horas para el ocaso y la custodia de los condenados podía ser larga .
En el instante en que María llegaba  al pie de la cruz  central , dos de los soldados depositaron sobre la roca  sendos haces de ramas de la llamada retama  << de escobas >> , muy ligera y de excelente calidad para sus propçósitos .
Apoyándose en los antebrazos de Juan y del segundo hombre  ( que resultó llamarse Jude o Judas y que ,  según pude averiguar al día siguiente , era hermano carnal de Jesús ), aquella hebrea de rostro extremadamente pálido se detuvo a un metro del árbol en el que hallaba  clavado su hijo . No era muy alta  . Su cabeza  , levantada  hacía el Maestro , había quedado poco más o menos a la altura de las rodillas del Nazareno . Posiblemente mediría entre 1,60 y 1,65 metros . Contaba alrededor de 50 años  , aunque su figura frágil , algo encorvada y las arrugas que nacían de sus hermosos ojos almendrados la hacían más venerable  . A pesar de la oscuridad me llamó la atención su frente alta y despejada  , rematando un rostro ovalado en el que apenas despuntaba una nariz pequeña y recta . Cubría su cabeza con un manto marrón claro que no me permitó ver sus cabellos . Sin embargo , a juzgar por el color de sus cejas - finas y ligeramente arqueadas -, debían ser de un negro azabache . La túnica , de una tonalidad similar a la del manto , aunque algo más apagada , rozaba casi la superficie del Gólgota .
Nadie dijo nada . Juan rompió a llorar , aferrandose al brazo de la Señora . Longino , conmovido , re retiró.
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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