martes, 30 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril - viernes ( 258 )

Ningún cricificado podía ser enterrado en un cementerio judío . Así lo establecia la ley . Jose y Nicodemo lo sabían y antes incluso de visitar a Poncio , ya tenían previsto dar sepultura al Maestro  en una de las propiedades  del anciano de Arimatea  . Pero el final de aquél trágico viernes  se acercaba a pasos agigantados  . Las trompetas del Templo  no tardarían en anunciar el ocaso y , con él , la entrada del sábado y de la solemne fiesta de la Pascua  . Era preciso darse prisa  . Y los ex miembros del Sanedrín , que sostenían la sábana por la parte de los pies  , aceleraron el paso . Por detras  , a cuatro o cinco metros , nos seguían María , la de Magdala  ; María  , la esposa de Cleopás ; Marta , otra de las hermanas  de la madre de Jesús , y Rebeca  de Séforis . Los soldados , a su vez , se habían dividido , cubriendo los flancos del cadáver .
Al contemplar aquel silencioso y huidizo cortejo fúnebre  no pude reprimir una tristísima  sensación de soledad . Abandonado de la mayoría  de sus amigos  y fieles seguidores  , ultrajando casi despues del descendimiento por aquella turba de fanáticos  , ahora  - camino del sepulcro - ni siquiera  podía recibir enterramiento con un mínimo de dignidad y reposo . Hasta el más pobre y miserable  de los judíos , según la ley , tenía derecho , cuando menos , a un sepelio con dos músicos de flauta  y una plañidera . Para el Nazareno no que daban ya lágrimas  . Los corazónes de las mujeres  y de sus tres amigos  se habían secado . En cuanto al acompañamiento , el único sonido que recuerdo fue el de los presurosos pasos de la escolta y de los que cargaban su cadáver , tronchando cardos y abrojos .
El de Arimatea y Nicodemo dirigieron el traslado , bordeando  la muralla norte de jerusalén y siguiendo prácticamente el mismo itinerario de la  << via dolorosa >> Cruzamos la carretera de Samaria y a los diez o quince minutos de haber abandonado el patíbulo , sudorosa y con los dedos lastimados por el peso del cuerpo , la comitiva se detuvo frente a un huerto . Nos hallábamos al norte del Gólgota  y relativamente cerca de la Torre Antonia , aproximadamente a unos 100 o 150 metros . ( Era lógico  que los ricos hacendados de Jerusalén no dispusieran sus fincas y plantaciones o huertos de recreo cerca del peñasco donde se ajusticiaba a los ladrones y criminales . Aquél , en cambio , parecía un lugar tranquilo y hermoso .)
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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