viernes, 19 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 200 )

Al igual que había sucedido con las guerrilleros  , al registrarse  el enclavamiento de las muñecas  , los pulgares  del Cristo se doblaron , saltando y colocándose  hacia el centro de las palmas  de las manos , en dirección opuesta  a la de los cuatro dedos , ligeramente flexionados .
Mientras  la herida de la muñeca izquierda  - de forma oval - apenas si alcanzaba los 15 X 19 milímetros  , la de la derecha era mucho más espectacular , con casi 25 milimetros  de longitud , en el sentido del eje del antebrazo.
Aquella holgura  me hizo temer incluso por la estabilidad del Maestro una vez fuera levantado sobre la stipe .
¿ Se produciría un desgarramiento de los tejidos ?
Los soldados obedecieron al oficial . Aquello se estaba demorando en exceso . Así que , ayudados por el optio , izaron el patibulum y al crucuficado con él , actuando con ligereza  a la hora de enroscar al prisionero en la soga que debería servir para auparlo hasta lo alto del árbol .
Al pasar la maroma  por la ranura del extremo de la stipe  y empezar a tensarla , el madero - controlado por los mercenarios  para que no perdiera su posición horizontal - inició un lento y exasperante ascenso . Pero las fuertes ráfagas de viento , acichillando el cuerpo del Nazareno con sucesivas cargas de polvo y tierra , empezó a poner en dificultades el levantamiento.
El centurión reclamó a gritos  la presencia de dos de los hombres que mantenían la seguridad del Gólgota , distribuyéndolos al pie de la escalera de mano en apoyo del soldado que tiraba desde lo alto.
Mientras el Galileo conservó sus pies sobre la roca , la posición de sus brazos pudo mantenerse más o menos en el eje del patibulum . Poco a poco , su cabeza recuperó la verticalidad , cayendo en ocasiones sobre el mango o extremo superior del esternón.En uno de aquellos tirones , tras inhalar una fuerte bocanada de aire , Jesús levantó fugazmente la cabeza y dirigiendo la mirada hacia el turbulento cielo , exclamó :
- ¡ Padre ! ... , ¡ perdónales  ! ... ¡ No saben lo que hacen !
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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