martes, 16 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 180 )

¿ Fue miedo lo que experimenté al ver aquellos rugosos  troncos ? Ahora , en la distancia  , supongo que  tuvo que ser  una mezcla de terror  y decepción . Terror por su negro y puntiagudo perfil y decepción porque , influenciado quizá  por las incontables  tradiciones  e imágenes  sobre la Cruz  b´blica  por excelencia  , en mi mente  se había fraguado una estampa muy distinta  a la que tenía ante mis ojos  . Aquello no tenía nada que ver con las majestuosas  , pulidas y hasta esmeradas cruces que han sido y son representadas por las iglesias  o por casi todos los maestros  universales  de la pintura y la imaginería .
Frente a mí , en el centro casi del lomo convexo del Gólgota  , sólo había seis << árboles >> mutilados , desnudos , mostrando aquí y allá  las << cicatrices >>  circulares y blanquecinas  donde antaño habían florecido otras tantas ramas .  Aún conservaban la cenicienta y áspera  corteza  propia de las coníferas , con algunos reguerillos resinosos , solidificados  entre los vericuetos de sus superficies .
Casi todos presentaban en su parte baja  un sinfín de muescas que permitían ver la sólida  cara de la madera  . Pero en aquellos instantes no supe adivinar a qué se debían.
En sus extremos , los stipes - cuyas alturas  oscilaban entre los tres y cuatro metros - aparecían afilados  muy toscamente  . Como si los responsables del patíbulo hubieran pretendido << sacarles punta >> a base de machetazos ... Eran las únicas zonas claras de aquellos siniestros fantasmas  alineados en dos filas casi paralelas . En las puntas  , los seis árboles  presentaban sendas hendeduras , a la manera  de horquillas . La separación entre poste y poste  - en la primera hilera - no llegaba a los tres metros  . En cuanto a los otros palos  , habían sido clavados cuatro o cinco metros más atrás  y uno de ellos , el situado hacia el oeste , se hallaba inclinado . Sin duda , las cuñas de madera que servían para estaquillar el árbol habían cedido.
Dos de ellos - y esto me extrañó también - habían sido perforados , como a un metro del suelo , por sendas barras de hierro , que quedaban al descubierto por uno y otro lado de los cilíndricos postes .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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