martes, 30 de junio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - t de abril , viernes ( 254 )

Una vez restablecido el orden , el pelotón retornó a lo alto de la roca  , formando un nuevo y más  numeroso cinturón de seguridad en torno a las cruces .
Juan y las mujeres  , que de habían visto obligados  a correr , huyendo de la furiosa carga  , contemplaron de lejos cómo el verdugo concluía su labor  de desenclavamiento  de Jesús  . El resto de los sacerdotes  y judíos  que se había  revelado desaparecío por los campos  o en el interior de la ciudad  . Sólo unos pocos  , lejos y dispersos  , se atrevieron a espiar los movimientos de la guardia . Pero en ningún momento tuvieron valor para aproximarse  a menos de cien metros del patíbulo .
A pesar del forzado aislamiento del Calvario , Longino - tratando siempre de obrar con un mínimo de justicia - se destacó hasta el borde del promontorio y , levantando la voz  , dio lectura a la orden de Poncio . Dudo mucho que los rabiosos jueces llegaran a escuchar al oficial .
A continuación , avanzando hacia José de Arimarea  , le comunicó solemnemente :
- Este cuerpo te pertenece . Haz lo que consideres oportuno . Mis soldados te ayudaran para que nadie se oponga a tu deseo .
El anciano , pálido aún por el susto , agradeció las palabras de Longino y , en compañía  de Nicodemo , se dirigió al lugar donde descansaba  el cadaver de su Maestro . El patibulun había sido retirado y también el yelmo espinoso , que fue arrojado con fuerza por el verdugo hacia el pequeño peñasco situado sl Oeste . Ni josé ni su amigo , ni tampoco los soldados pretaron la menor atención al citado casco de puas . Sencillamente , lo vi perderse entre las retamas del accidentado terreno .
Mientras los soldadosn iniciaban el segundo descendimiento , el anciano José se arrodilló junto a la maltrecha cabeza de Jesús y , tras contemplarle en silencio , extendió su mano , bajando el párpado derecho del Señor . Al cabo de veinte o treinta segundos retiró los dedos , oero el ojo del Galileo volvió a abrirse . José posó de nuevo la mano sobre el párpado , sujetándolo durante casi dos minutos . En este tiempo , una solitaria  lágrima resbaló por la mejilla del amigo del Nazareno.
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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