Pero , al caminar de espaldas , fui a tropezar con una piedra y me precipité sobre el pasto . No estuve rápido ni acertado . En la caída , la << vara de Moisés >> rodó entre los dedos , dejándome indefenso . Y la punta fría y afilada de uno de los gladius se reunió con mi garganta . La << piel de serpiente >> no contaba . La protección , en esta oportunidad , fue establecida a partir de las clavículas ...
Si aquel energúmeno hundía el hierro en mi cuello , estaba perdido .
Y en esos críticos instantes - casi eternos - fueron sus ojos , su mirada , lo único que llenó mi corazón . Ella , de nuevo ...
Pero el Destino no había marcado mi hora . No allí , ni en aquel tiempo.
Una voz sonó en el silencio . Por un momento creí que se trataba de Eliseo . Quizá estaba contemplando la escena . No se hallaba muy lejos . Pero no . La voz , aflautada , no era la de mi compañero . Y la oí por segunda vez , exigiendo calma . Procedía de la sófora .
El de la espada obedeció . Retiró el gladius y ordenó que me alzara . Al incorporarme observé que la veintena de hombres que dormía bajo el árbol se hallaba en pie , alarmada por los gritos de sus compañeros . Ninguno me resultó conocido .
Uno de ellos - el de la salvadora voz - se destacó del grupo y fue a reunirse con los individuos armados . Me observó de arriba abajo e , inclinándose , recogió el cayado y me lo ofreció.
- ¿ No has visto el guilgal?
El tono , afable , me tranquilizó relativamente . Miré a mi alrededor y , entre la hierba , descubrí un círculo de piedras . Eran cantos rodados , probablemente de la << playa >> que tenía a la vista , a orillas del Yaboq . Había sido trazado alrededor de la sófora , con un radio de ocho a diez metros . A decir verdad , pendiente de la búsqueda del Galileo , no reparé en la blancura de las piedras , medio ocultas por la maleza .
- Lo siento - me excusé , sin saber cuál había sido mi error -. No lo he visto...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Si aquel energúmeno hundía el hierro en mi cuello , estaba perdido .
Y en esos críticos instantes - casi eternos - fueron sus ojos , su mirada , lo único que llenó mi corazón . Ella , de nuevo ...
Pero el Destino no había marcado mi hora . No allí , ni en aquel tiempo.
Una voz sonó en el silencio . Por un momento creí que se trataba de Eliseo . Quizá estaba contemplando la escena . No se hallaba muy lejos . Pero no . La voz , aflautada , no era la de mi compañero . Y la oí por segunda vez , exigiendo calma . Procedía de la sófora .
El de la espada obedeció . Retiró el gladius y ordenó que me alzara . Al incorporarme observé que la veintena de hombres que dormía bajo el árbol se hallaba en pie , alarmada por los gritos de sus compañeros . Ninguno me resultó conocido .
Uno de ellos - el de la salvadora voz - se destacó del grupo y fue a reunirse con los individuos armados . Me observó de arriba abajo e , inclinándose , recogió el cayado y me lo ofreció.
- ¿ No has visto el guilgal?
El tono , afable , me tranquilizó relativamente . Miré a mi alrededor y , entre la hierba , descubrí un círculo de piedras . Eran cantos rodados , probablemente de la << playa >> que tenía a la vista , a orillas del Yaboq . Había sido trazado alrededor de la sófora , con un radio de ocho a diez metros . A decir verdad , pendiente de la búsqueda del Galileo , no reparé en la blancura de las piedras , medio ocultas por la maleza .
- Lo siento - me excusé , sin saber cuál había sido mi error -. No lo he visto...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez