La Señora , atareada con la pitah, el plato principal , observó a su Hijo en un par de ocasiones . Percibí cierto reproche en aquellas fugaces miradas . Estaba claro que lo hacía responsable de la discusión entre Esta y Santiago . Pero ¿ por qué ?
Jesús , sin embargo , no levantó la vista de las tappuah, las dulces y pequeñisimas manzanas blancas y rojas de Siria . Las troceó y derramó sobre el postre un hilo de miel . Su rostro siguió impenetrable .
Ruth , turbada , sin saber cómo aliviar la molesta situación , sigirió a la madre que debían regresar a la cocina y terminar de trasladar al patio los ingredientes de la cena . El viento , efectivamente , estaba amainando.
La Señora , tozuda , no replicó y prosiguió con el relleno del pan pitah, un delicioso << bollo >> , recién horneado , en el que se introducía carne y verduras o , simplemente , lo que se tuviera más a mano . En este caso , las mujeres habían cocinado hígados de pollo y una generosa guarnición de cebolla igualmente frita . El resto de la pitah lo integraba una sabia mezcla de pimienta roja ( picante ) , la olorosa cúrcuma , sal y comino . Cuando lo probé , descubrí que las hebreas se habían esmerado al máximo , limpiando hasta el ´´ultimo rastro de bilis , lo que evitaba que el sabor amargo arruinase la totalidad del plato .
Fue inútil , La argucia de la pelirroja , intentando que la atmósfera no siguiera enrareciéndose , no dio resultado . La madre , cada vez más enfadada , manifestó su enojo en el relleno de la pitah . Los movimientos , secos y violentos , me hicieron temer lo peor . Yo recordaba muy bien el carácter duro de la Señora ...
Pero , poco a poco , la tensión aflojó . María tenía una personalidad difícil , pero sabía ceder ...
Jesús , como el resto de los allí presentes , también lo captó . Y sus facciones se relajaron .
Santiago y la embarazada , con la silenciosa niña agarrada a la madre , no tardaron en reincorporarse al grupo . El hombre se sentóm bajo el granado y Esta se unió al trabajo de las mujeres , disponiendo lo necesario para la última comoda del día . Debió de notar el peso de las miradas porque , refugiándose en los cacharros , enrojeció como una amapola . No obstante , nadie los interrogó sobre la reciente discusión.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Jesús , sin embargo , no levantó la vista de las tappuah, las dulces y pequeñisimas manzanas blancas y rojas de Siria . Las troceó y derramó sobre el postre un hilo de miel . Su rostro siguió impenetrable .
Ruth , turbada , sin saber cómo aliviar la molesta situación , sigirió a la madre que debían regresar a la cocina y terminar de trasladar al patio los ingredientes de la cena . El viento , efectivamente , estaba amainando.
La Señora , tozuda , no replicó y prosiguió con el relleno del pan pitah, un delicioso << bollo >> , recién horneado , en el que se introducía carne y verduras o , simplemente , lo que se tuviera más a mano . En este caso , las mujeres habían cocinado hígados de pollo y una generosa guarnición de cebolla igualmente frita . El resto de la pitah lo integraba una sabia mezcla de pimienta roja ( picante ) , la olorosa cúrcuma , sal y comino . Cuando lo probé , descubrí que las hebreas se habían esmerado al máximo , limpiando hasta el ´´ultimo rastro de bilis , lo que evitaba que el sabor amargo arruinase la totalidad del plato .
Fue inútil , La argucia de la pelirroja , intentando que la atmósfera no siguiera enrareciéndose , no dio resultado . La madre , cada vez más enfadada , manifestó su enojo en el relleno de la pitah . Los movimientos , secos y violentos , me hicieron temer lo peor . Yo recordaba muy bien el carácter duro de la Señora ...
Pero , poco a poco , la tensión aflojó . María tenía una personalidad difícil , pero sabía ceder ...
Jesús , como el resto de los allí presentes , también lo captó . Y sus facciones se relajaron .
Santiago y la embarazada , con la silenciosa niña agarrada a la madre , no tardaron en reincorporarse al grupo . El hombre se sentóm bajo el granado y Esta se unió al trabajo de las mujeres , disponiendo lo necesario para la última comoda del día . Debió de notar el peso de las miradas porque , refugiándose en los cacharros , enrojeció como una amapola . No obstante , nadie los interrogó sobre la reciente discusión.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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