La modesta construcción de adobe y hojas de palmera nos reservaba otra sorpresa ...
Belsa de detuvo en la puerta y , a gritos , reclamó la atención de los moradores . Al poco , un felah viejo y esquelético le salió al encuentro , saludando al persa con una interminable reverencia . Mi hermano y quien esto escribe experimentamos la misma y extraña sensación . ¿ Por qué el campesino se inclinaba - y de qué forma - ante el jefe de los << escaladores >> ? A fin de cuentas , ambos eran felah . Aquello nos intrigó . Pero , por el momento , no le dimos mayor importancia .
Estábamos en un lugar dedicado a la cría de cocodrilos .
El anciano parlamentó brevemente con el persa y , acto seguido , nos condujo hasta una de las lagunas , infestadas de reptiles . Los felah la habían acondicionado , cercándola con altas y gruesas cañas . Al pie de la empalizada , inmóviles como estatuas y con las poderosas fauces ligeramente abiertas , dormitaban varias decenas de niloticus , los temibles cocodrilos del Nilo . Nunca me gustaron estos animales . A Eliseo tampoco .
Algunos eran enormes . Calculé entre ocho y diez metros . Hacia siglos que habitaban el Jordán , probablemente desde los tiempos de la XVIII dinastía egipcia . Los faraones los transportaron por mar hasta el golfo de Aqaba y , desde allí , por el camino real , a las aguas del río Jordán . Un viaje de mil kilómetros , sujeto a todo tipo de peripecias . La inversión resultaba siempre rentable . El niloticus , de hocico más corto que los caimanes , dispone de una piel más fina y resistente y también , según los entendidos , de una carne más sabrosa . Y los criaderos de cocodrilos se hicieron famosos en el valle .
Ante nuestra sorpresa , Belsa solicitó una cría . Y los felah , sin dudarlo , penetraron en el recinto , caminando decididos por la orilla de la laguna . El viejo , el persa y estos exploradores permanecieron a las puertas , pendientes de los ejemplares que flotaban entre dos aguas con los hocicos emergiendo como leños y aparentemente dormidos . Sólo aparentemente ...
Aquellas criaturas , extraordinariamente rápidas , no eran de fiar . Al menor descuido hacían presa y arrastraban a la víctima al fondo del pantano . Allí , una vez ahogada , la devoraban . Y , prudentemente , deslicé los dedos hacia lo alto de la << vara de Moisés >> , acariciando el láser de gas ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martibez
Belsa de detuvo en la puerta y , a gritos , reclamó la atención de los moradores . Al poco , un felah viejo y esquelético le salió al encuentro , saludando al persa con una interminable reverencia . Mi hermano y quien esto escribe experimentamos la misma y extraña sensación . ¿ Por qué el campesino se inclinaba - y de qué forma - ante el jefe de los << escaladores >> ? A fin de cuentas , ambos eran felah . Aquello nos intrigó . Pero , por el momento , no le dimos mayor importancia .
Estábamos en un lugar dedicado a la cría de cocodrilos .
El anciano parlamentó brevemente con el persa y , acto seguido , nos condujo hasta una de las lagunas , infestadas de reptiles . Los felah la habían acondicionado , cercándola con altas y gruesas cañas . Al pie de la empalizada , inmóviles como estatuas y con las poderosas fauces ligeramente abiertas , dormitaban varias decenas de niloticus , los temibles cocodrilos del Nilo . Nunca me gustaron estos animales . A Eliseo tampoco .
Algunos eran enormes . Calculé entre ocho y diez metros . Hacia siglos que habitaban el Jordán , probablemente desde los tiempos de la XVIII dinastía egipcia . Los faraones los transportaron por mar hasta el golfo de Aqaba y , desde allí , por el camino real , a las aguas del río Jordán . Un viaje de mil kilómetros , sujeto a todo tipo de peripecias . La inversión resultaba siempre rentable . El niloticus , de hocico más corto que los caimanes , dispone de una piel más fina y resistente y también , según los entendidos , de una carne más sabrosa . Y los criaderos de cocodrilos se hicieron famosos en el valle .
Ante nuestra sorpresa , Belsa solicitó una cría . Y los felah , sin dudarlo , penetraron en el recinto , caminando decididos por la orilla de la laguna . El viejo , el persa y estos exploradores permanecieron a las puertas , pendientes de los ejemplares que flotaban entre dos aguas con los hocicos emergiendo como leños y aparentemente dormidos . Sólo aparentemente ...
Aquellas criaturas , extraordinariamente rápidas , no eran de fiar . Al menor descuido hacían presa y arrastraban a la víctima al fondo del pantano . Allí , una vez ahogada , la devoraban . Y , prudentemente , deslicé los dedos hacia lo alto de la << vara de Moisés >> , acariciando el láser de gas ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
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