sábado, 15 de abril de 2017

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 8 - 14 de enero , lunes - ( 2 )

Los acampados , alrededor de un centenar , se arremolinaron sobre las piedras negras , y en la orilla , protegiéndose del agua con mantos , cestos , maderas , escudillas , y cuanto podía ser útil para esquivar el diluvio . Vano intento . El agua nos caló hasta los huesos ...
El sofar , ahogado por los truenos , continuó el anuncio , como pudo .
Y Yehohanan , decidido , con su acostumbrado aire de dominio , saltó al cauce , caminando hacia nosotros a grandes zancadas , hasta que la corriente le llegó a los muslos . Portaba la colmena de colores y los habituales cinto negro de cuero , y el saq , o taparrabo de piel de gacela , con el zurrón blanco colgado en bandolera . Un detalle me llamó la atención . En la mano derecha sostenía el saco negro y pestilente que contenía su gran secreto , el pergamino que bauticé como el << 323 >> , con la ubicación de los supuestos ejércitos al servicio del Mesías y de Yavé , según el Anunciador . Que yo supiera , era la primera vez que mostraba en público el referido saco . ¿ Conocía Abner y los << justos >> el singular megillah , o rollo de piel de asno salvaje ?
Esta vez , una de las chispas eléctricas dibujó un arco sobre el Anunciador y fue a caer entre los árboles de la orilla izquierda del Artal . El estampido casi nos arrojó al suelo . Y un pequeño incendio marcó el lugar del impacto .
Yehohanan no se detuvo .
Los acampados , cegados por el resplandor , y espantados por la descarga , retrocedieron entre gritos . Sólo Abner y algunos de los discípulos resistieron con firmeza . En segundos , las piedras negras de basalto quedaron medio vacías .
El Anunciador se acercaba a las lajas ...
La lluvia terminó sofocando el fuego , y una columna de humo negro se retorció con dificultad .
Pero , antes de que acertaramos a recuperarnos , una nueva descarga partió de aquella nube siniestra -cada vez más baja y espesa -, y pulverizó dos de las copas de la davidia que se alzaba a nuestras espaldas . El silbido en el tubo de vacío provocado por el rayo , la luz blanca , insorpotable , y el estampido , casi simultáneos , hicieron rodar los ya mermados ánimos , y todos huyeron . Yo , el primero .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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