martes, 26 de agosto de 2014

Caballo de Troya - Tomo 1 - Nuevamente en Washington y ( 42 )

En cuatro palabras , mi enlace me puso al corriente de lo que había ocurrido desde el momento en que se introdujo en el taxi . Mis sospechas eran fundadas : aquel turismo de color negro , que de había estacionado a corta distancia de la fachada principal de la  oficina de correos , reanudó su discreto seguimiento . Los agentes , tres en total , no podían imaginar que mi amigo había ocupado mi puesto y que todo aquel laberinto no tenía  otro objetivo que permitir mi fulminante salida del pais .
Siguiendo las indicaciones del nuevo pasajero , el taxista  - que vio incrementado el importe de su carrera con una súbita propina de cincuenta dolares  ( propina que , según mi colega , le volvió temporalmente mudo y sordo ) y ante la presumible  desesperación de los hombres del FBI , condujo su vehículo hasta el interior de la Cancillería Española , en el número 2700 de la calle 15 . Allí permanecieron ambos hasta las 13,30 . A esa hora , uno de los vuelos regulares despegaba de Washington , situándome , como ya he referido , en la ciudad de Nueva York.
El desconcierto de los gorilas - que habían esperado pacientemente la salida del taxi - debió de ser memorable al ver aparecer el citado vehículo , pero con otros dos ocupantes en el asiento posterior . Mi amigo , que había abandonado la gabardina y la bolsa en el interior de la cancillería , se encasquetó una gorra roja  y se hizo acompañar por una de los funcionarios y amigo.
El FBI mordió nuevamente el cebo y , creyendo que yo seguía en el interior de la embajada , siguió a la espera .
<< Es posible - comentó divertido el reportero de Efe- que aún sigan allí..>>
A las 19,15horas , con los documentos sólidamente adheridos a mi pecho y espalda y -por qué negarlo - al borde casi de la taquicardia , el vuelo 904 de la TWA me levantava a diez mil metros , rumbo a Espña .
Al día siguiente , sábado , una vez confirmado mi aterrizaje en Madrid - Barajas , el colega se personó en el hotel , recogiendo mi maleta y saldando la cuenta . Por supuesto , y tal como sospechaba , los cilindros de cartón que había certificado en Washington, jamás llegaron a su legitimo destino.
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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