martes, 5 de agosto de 2014

Caballo de Troya - Tomo 1 - Yucatán ( 4 ) Las aventuras del autor por encontrar el diario del mayor

Y dando media vuelta se encaminó a la puerta de salida . Consulté la hora local y comprobé que tenía dos horas escasas para llegar hasta el pozo sagrado de los mayas . Yo había visitado en otras oportunidades el recinto arqueológico de la recóndita población de Chichén Itzá , al este de Márida , y en plena selva de la peninsula del Yucatán . Conocía también los dos famosos cenotes - el sagrado y el profano - situados a corta distancia de la ciudad y que , según los arqueólogos , pudieron ser utilizados por los antiguos mayas como depósitos naturales de agua y , en el caso del cenote sagrado , como centro religioso en el que se practicaban sacrificios humanos .
Al ver alejarse el Toyota negro que conducia Laurencio , me concedí un respiro, tratando de poner en orden mis ideas . Por supuesto , notardé en reprocharme aquella seca y radical actitud mía para con el emisario del mayor . En especial , a la hora de regatear con los taxistas que montaban guardia al pie del aeropuerto .
Después de no pocos tira y afloja , uno de los chóferes aceptó llevarme por 850 pesos . Y a eso de las dos de la tarde - sin probar bocado y con la ropa empapada por el sudor - el taxi enfiló la ruta número 180 , en dirección a Ciichén .
Tal y como había prometido , el taxista cubrió los 120 kilometrosque separan Mérida de Chichén Itzá en poco más de hora y media . Tras una vertiginosa ducha en el hotel de la Villa Arqueológica , me dirigí al lugar elejido por el mayor . A las cuatro en punto , a paso ligero y con el corazón en la boca , dejé atrás la impresionante pirámide de Kukulcán y la plataforma de Venus , adentrándome en la llamada Vía Sagrada , que muere precisamente en un cenote u olla de casi sesenta metros de diametroy cuarenta de profundidad.
Antes de alcanzar el filo del pozo sagrado distiguí a dos personas sentadas al pie de una frodosa acacia de florecillas rosadas . Al verme , una de ellas se incorporó . Era Laurencio . Reduje el paso y mientras me aproximaba sentí una incontenible oleada de verguenza . Una vez más me había equivocado.

Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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