La escolta se detuvo en mitad de la terraza , a la izquierda de la silla en la que esperaba Poncio . Éste , al ver el casco de espinas sobre el cráneo del Maestro , se revolvió nervioso e indignado hacia Civilis , interrogándole mientras señalaba con su dedo índice hacia la cabeza del rabí . Ignoro qué pudo decirle el centurión . Mi atención había quedado prendida en el Galileo . Al detenerse frente a la multitud , Jesús - encorvado y con los dedos entrelazados , intentando dominar así la intesa tiritona que le consumia - percibió en seguida la cálida presencia del sol . Y muy despacio , como tratando de absorber la dulce caricia de los rayos , fue levantando el rostro , hasta situarlo frente al disco solar . Durante escasos segundos , sus profundas ojeras y la catarata de sangre que ocultaba su cara se hicieron perfectamente visibles a todo el gentío . Pero , al alzar la cabeza , las púas tropezaron en el arranque de la espalda , perforando la nuca nuevamente . y el dolor le obligó a bajar el rostro .
Juan Zebedeo , paralizado ante aquel trágico cambio de su maestro , reaccionó al fin y soltando el brazo de José de Arimatea se precipitó hacia Jesús , arrodillandose y llorando a los pies del rabí . Los soldados interrogaron al centurión con la mirada , dispuestos a retirar al amigo del prisionero , pero Civilis , extendiendo su mano izquierda , indicó que le dejaran .
Durante algunos minutos , tanto Pilato como la muchedumbre se vieron sobrecogidos por el desconsolado llanto .
Y un respetuoso silencio reinó en el patio.
El maestro intentó por dos veces inclinarse hacia Juan , tratando de aproximar sus temblorosas y ensangrentadas manos hacia el discipulo amado , pero la trampa de espinos y la rigidez del improvisado vendaje se lo impidieron .
Aquel nuevo gesto de valentía del discípulo y el derrotado semblante del Nazareno conmovieron sin duda al gobernador . Y levantandose de su silla , dio unos cortos pasos hacia el filo de la escalinata . Después , señalando a Jesús y sin perder de vista a Caifás y a los saduceos , exclamó , tratando de mover la piedad de los acusadores :
- ¡ Aquí tenéis al hombre ....! de nuevo os declaro que no le encuentro culpable de ningún crimen ..... Después de castigarle , quiero darle la libertad .
Pilato , una vez más , se equivocaba . Y aunque la muchedumbre no se atrevió a replicar , el sumo sacerdote y sus hombres sí respondieron entonando el conocido << ¡ crucificale ! >>.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Juan Zebedeo , paralizado ante aquel trágico cambio de su maestro , reaccionó al fin y soltando el brazo de José de Arimatea se precipitó hacia Jesús , arrodillandose y llorando a los pies del rabí . Los soldados interrogaron al centurión con la mirada , dispuestos a retirar al amigo del prisionero , pero Civilis , extendiendo su mano izquierda , indicó que le dejaran .
Durante algunos minutos , tanto Pilato como la muchedumbre se vieron sobrecogidos por el desconsolado llanto .
Y un respetuoso silencio reinó en el patio.
El maestro intentó por dos veces inclinarse hacia Juan , tratando de aproximar sus temblorosas y ensangrentadas manos hacia el discipulo amado , pero la trampa de espinos y la rigidez del improvisado vendaje se lo impidieron .
Aquel nuevo gesto de valentía del discípulo y el derrotado semblante del Nazareno conmovieron sin duda al gobernador . Y levantandose de su silla , dio unos cortos pasos hacia el filo de la escalinata . Después , señalando a Jesús y sin perder de vista a Caifás y a los saduceos , exclamó , tratando de mover la piedad de los acusadores :
- ¡ Aquí tenéis al hombre ....! de nuevo os declaro que no le encuentro culpable de ningún crimen ..... Después de castigarle , quiero darle la libertad .
Pilato , una vez más , se equivocaba . Y aunque la muchedumbre no se atrevió a replicar , el sumo sacerdote y sus hombres sí respondieron entonando el conocido << ¡ crucificale ! >>.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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