sábado, 28 de enero de 2017

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 8 - 4 de noviembre , domingo ( 5 )

Allí arrancaba un enorme bosque de nogales , apenas pertubado por algunas familias de tamariscos que crecían al abrigo de los altos y estirados troncos , la mayoría de veinte y treinta metros de altura . Era un bosque centenario que se derramaba hacia el este , alimentado por la humedad de otro de los afluentes del padre del Jordán . Las copas , casi esféricas , habían tejido una << techumbre >> densa y bien organizada , que alivió nuestro caminar bajo la lluvia . Nada más pisar el egoz como llamaban al lugar , fuimos recibidos por un intenso perfume y por un crujido que , en un primer momento , me sorprendieron . La fragancia caía literalmente de las grandes hojas verdes y blancas de los egoz o nogales , merced a un principio volátil , ahora precipitado por el aguacero . A partir de ese momento aquél fue el bosque del << perfume >> para quien esto escribe . En cuanto a los chasquidos bajo los pies , la explicación procedía también de los majestuosos nogales persas , una de las cuarenta especias diseminadas en aquel tiempo por el valle del Jordán . Desde el final del verano , las drupas , a miles , habían ido madurando y precpitaándose sobre el terreno . Poco a poco , favorecidas por la humedad , la cascara verde de las referidas druptas se fue secando y liberando las apreciadas y nutritivas nueces . ¡ Caminábamos sobre una alfombra de escurridizas nueces !
El bosque del << perfume >> se hallaba igualmente solitario . Yehohanan prosiguió decidido . Y el terreno empezó a inclinarse con suavidad . Si mis cálculos no estab equivocados , en esos momentos habiamos recorrido poco más de eis kilómetros , tomando los lagos de Enaván como punto de partida . Fue entonces cuando estuve seguro : el Anunciador no regresaría junto a sus discípulos , al menos esa jornada . Y el recuerdo de los antioxidantes tocó mi hombro , inquietándome .
Tenía que regresar lo antes posible ...
Estaba decidido . Así lo pensé mientras oía el ritmico crujir y entrechocar de las << bellotas de Júpitar >> , como llamaban también a las nueces .
Efectivamente , regresaría , pero no como imaginaba ...
Entonces lo vi detenerse . Y al llegar a su altura quedé maravillado . Yehohanan sabía elegir los paraje a los que se retiraba .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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