En total , unos treinta jinetes con sus relucientes corazas de hierro trenzado y sus característicos pantalones rojos y ajustados . Seguramente regresaban a la fortaleza Antonia . Y aunque sus caballos tordos cabalgaban al pasoy se hallaban aún a cosa de doscientos metros , evité un nuevo encuentro con las largas y afiladas jabalinas de los soldados . Salté sobre el pronunciado talud , ocultándome entre los corros de acebuches y el monte bajo . Esta vez la fortuna estuvo de mi lado . Al poco , cuando sentí alejarse a la patrulla , reanude la marcha , dejando entre los cardos y ortigas el ya diezmado manto .
No tardé en divisar la cerca de madera encalada . Salté y , procurando hacer el menor ruido posible , tras consultar la posición del sol , me encaminé hacia el sureste . Aquella zona occidental de la plantación se hallaba cubierta de hotalizas . Fui esquivando como pude las hileras de << escalonias >> - la cotizada variedad de cebolla egipcia -, así como los << ajos de caballo >> o pueros , las hermosas y cuidadas escarolas y berenjenas y , de inmediato , a mi derecha , entre las primeras filas de frutales , reconocí las inmaculadas paredes de la casa del ortelano . El silencio seguía reinando en la finca .
Frente amí se abrían las altas vides - las << datileras >> de Beirut >>-, que el anciano propietario había importado de la costa fenicia y que mimaba con gran esmero . Al otro lado del viñedo se levantaba el palomar , de angustioso recuerdo para mí .
¿ Que hacía ? ¿ Me ocultaba de nuevo en el gran cajón ? Rechacé la idea . Lo primero que debía averuguar era si los discípulos habían llegado . Elegí la mancha de frutales y , sigilosamente , como en ocasiones precedentes , fui avanzando entre ellos . Era muy extraño que los perros no dieran señales de vida . Pero lo atribuí a la prolongada presencia de los policías y legionarios . Rodeé la casita por su parte posterior y , dejando el brocal del pozo a mi derecha , terminé por agazaparme entre los menudos troncos de los árboles que empezaban a sombrear el suave promontorio rocoso . Todo frente a las escalinatas que llevaban al panteón continuaba inalterable : los mantos , mazas , y la marmita seguían allí , olvidados . No había señal alguna de Pedro o de Juan . Y , acertadamente , supuse que su tránsito por las congestionadas callejuelas de Jerusalén no había resultado tan rápido como el mío .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No tardé en divisar la cerca de madera encalada . Salté y , procurando hacer el menor ruido posible , tras consultar la posición del sol , me encaminé hacia el sureste . Aquella zona occidental de la plantación se hallaba cubierta de hotalizas . Fui esquivando como pude las hileras de << escalonias >> - la cotizada variedad de cebolla egipcia -, así como los << ajos de caballo >> o pueros , las hermosas y cuidadas escarolas y berenjenas y , de inmediato , a mi derecha , entre las primeras filas de frutales , reconocí las inmaculadas paredes de la casa del ortelano . El silencio seguía reinando en la finca .
Frente amí se abrían las altas vides - las << datileras >> de Beirut >>-, que el anciano propietario había importado de la costa fenicia y que mimaba con gran esmero . Al otro lado del viñedo se levantaba el palomar , de angustioso recuerdo para mí .
¿ Que hacía ? ¿ Me ocultaba de nuevo en el gran cajón ? Rechacé la idea . Lo primero que debía averuguar era si los discípulos habían llegado . Elegí la mancha de frutales y , sigilosamente , como en ocasiones precedentes , fui avanzando entre ellos . Era muy extraño que los perros no dieran señales de vida . Pero lo atribuí a la prolongada presencia de los policías y legionarios . Rodeé la casita por su parte posterior y , dejando el brocal del pozo a mi derecha , terminé por agazaparme entre los menudos troncos de los árboles que empezaban a sombrear el suave promontorio rocoso . Todo frente a las escalinatas que llevaban al panteón continuaba inalterable : los mantos , mazas , y la marmita seguían allí , olvidados . No había señal alguna de Pedro o de Juan . Y , acertadamente , supuse que su tránsito por las congestionadas callejuelas de Jerusalén no había resultado tan rápido como el mío .
Autor : J.J.benitez
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Antonio Martinez
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