Conforme fui aproximándome al nacimiento de los escalones que conducían al estrecho callejón , << antesala >> de la tumba , mi alma fue tensándose . Mi respiración se agitó y , al enfrentarme a la << boca >> de la cripta , los viejos escalofríos aparecieron incontenibles . Durante algunos minutos - ¡ quién sabe cuántos ! - permanecí inmovil e hipnotizado ante aquella abertura cuadrangular , parcialmente taponada por la tosca y pesada rueda de molino que servía de cierre . En esos momentos - presa de una angustia y unas dudas inenarables - no caí en la cuenta de un muy interesante << detalle >> relacionado con la mencionada losa circular . Mi espíritu racional y científico seguía revelándose . A pesar de lo vivido con el Maestro , a pesar del innegable poder de aquel Hombre , a pesar de su misteriosa y atractiva naturaleza , a pesar de todo ... yo seguía dudando .
<< No es posible - me repetía una y otra vez -. No es posible que un cadáver, despues de 36 horas ...>>
Unas familiares saquitos de arpillera , cuidadosamente depositados sobreb el último de los escalones , vinieron a rescatarme de tanta y tan profundaincertidumbre . Eran los utilizados por José y Nicodemo durante los agitados minutos que procedieron al cierrem del sepulcro . Y recordé cómo las mujeres , ya de regreso a Jerusalén , se habían hecho cargo de las cien libras de acíbar y mirra , con las que , nada más ñorir el sábado , se proponían rematar el precipitado lavado y embalsamiento de Jesús .
Descendí las escalinatas e , inclinandome sobre el saco más grande , procedí a examinarlom . Estaba sin abrir . Creí reconocerlo . Se trataba de los 15 o 20 kilos de polvo granulado , de color amarillo oro y sumamente aromático . Debía ser acíbar o áloe .
A su lado , un hato escondía el mismo y campanudo jarro de cobre que había visto manipular a los amigos del rabí en el sepulcro . Se hallaba meticulosamente lacrado con un tapón de tela . Deduje que estaba ante aquella sustancia pastosa , gomorresinosa , que identifiqué como mirra .
En un tecer envoltorio firmemente anudado descubrí al tacto un segundo recipiente de metal . Lo agité y creí escuchar el sonido del agua . Quizá fuera una vasija destinada al aseo del cadáver..
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
<< No es posible - me repetía una y otra vez -. No es posible que un cadáver, despues de 36 horas ...>>
Unas familiares saquitos de arpillera , cuidadosamente depositados sobreb el último de los escalones , vinieron a rescatarme de tanta y tan profundaincertidumbre . Eran los utilizados por José y Nicodemo durante los agitados minutos que procedieron al cierrem del sepulcro . Y recordé cómo las mujeres , ya de regreso a Jerusalén , se habían hecho cargo de las cien libras de acíbar y mirra , con las que , nada más ñorir el sábado , se proponían rematar el precipitado lavado y embalsamiento de Jesús .
Descendí las escalinatas e , inclinandome sobre el saco más grande , procedí a examinarlom . Estaba sin abrir . Creí reconocerlo . Se trataba de los 15 o 20 kilos de polvo granulado , de color amarillo oro y sumamente aromático . Debía ser acíbar o áloe .
A su lado , un hato escondía el mismo y campanudo jarro de cobre que había visto manipular a los amigos del rabí en el sepulcro . Se hallaba meticulosamente lacrado con un tapón de tela . Deduje que estaba ante aquella sustancia pastosa , gomorresinosa , que identifiqué como mirra .
En un tecer envoltorio firmemente anudado descubrí al tacto un segundo recipiente de metal . Lo agité y creí escuchar el sonido del agua . Quizá fuera una vasija destinada al aseo del cadáver..
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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