Las trompetas de los levitas no tardarían en resonar , anunciando el nuevo día . Había que acelerar la marcha . En cuestión de minutos , los ahora solitarios extramuros de la ciudad se verían paulatinamente animados por hombres y animales . Y los miles de peregrinos que habían celebrado la Pascua , así como los habitantes de Jerusalén , emprenderían sus cotidianas faenas . Aquello podía complicar mucho nuestros planes .
Y sin pensarlo dos veces , me lancé a una frenética carrera . El golpeteo de mis sandalias contra el polvo del camino y el escandaloso ondear al vientodel ropón asustaron a las palomas que dormitaban entre los sillares del muro . Y un blanco tableteo se elevó por encima de las torretas .
Doblé la esquina noreste y , animado ante la soledad del lugar , forcé la marcha , procurando dosificar la respiración . Dejé a la derecha el oscuro promontorio de Beza`tha y los imprecisos perfiles de la piscina de << las cinco galerías >> , enfilando el últomo tramo : el que me separaba del bastión norte de Antonia .
<< ¡ La fortaleza Antonia ! >>
Un súbito sentimiento de peligro me hizo aminorar . Con el corazón catapultado contra las paredes del pecho , distinguí a lo lejos los fuegos de dos de los cuatro stationes o puestos de guardia emplazados en lo más alto de las torres que se erguían airosas en cada uno de los ángulos del formidable << castillo >>
Y , de pronto , cuando me restaban escasos metros para situarme a la altura del parapeto de piedra que circunvalaba el foso del cuartel general de Poncio , escuché unos gritos . Sin detenerme , levanté los ojos . En la torre más próxima , entre las almenas grisáceas , unos legionarios gesticulaban , intercambiando sus voces con la uigiliae o patrulla nocturna apostada en la torre noroeste . El vecerio no duró mucho . Y con lam certera sospecha de que aquellos gritos de alerta tenían mucho que ver conmigo , forcé mis piernas . Apenas faltaban cien metros para la bifurcacion del sendero.
Vano empeño . Como una exhalación , antes de que hubiera recorrido una décima parte de ese trayecto , tres infantes romanos irrumpieron en mitad del camino , cerrándome el paso.
Era evidente que había cometido dos nuevos y lamentables errores . Primero , lanzarme a tan sospechosa carrera y , segundo , olvidar la vigilancia nocturna de Antonia y la abertura o << puerta >> existente en el referido parapeto , permanentemente cutosdiada .
Frené en seco . Y , sin resuello , esteré a que se aproximaran . Huir habría sido un tercer error ...
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Y sin pensarlo dos veces , me lancé a una frenética carrera . El golpeteo de mis sandalias contra el polvo del camino y el escandaloso ondear al vientodel ropón asustaron a las palomas que dormitaban entre los sillares del muro . Y un blanco tableteo se elevó por encima de las torretas .
Doblé la esquina noreste y , animado ante la soledad del lugar , forcé la marcha , procurando dosificar la respiración . Dejé a la derecha el oscuro promontorio de Beza`tha y los imprecisos perfiles de la piscina de << las cinco galerías >> , enfilando el últomo tramo : el que me separaba del bastión norte de Antonia .
<< ¡ La fortaleza Antonia ! >>
Un súbito sentimiento de peligro me hizo aminorar . Con el corazón catapultado contra las paredes del pecho , distinguí a lo lejos los fuegos de dos de los cuatro stationes o puestos de guardia emplazados en lo más alto de las torres que se erguían airosas en cada uno de los ángulos del formidable << castillo >>
Y , de pronto , cuando me restaban escasos metros para situarme a la altura del parapeto de piedra que circunvalaba el foso del cuartel general de Poncio , escuché unos gritos . Sin detenerme , levanté los ojos . En la torre más próxima , entre las almenas grisáceas , unos legionarios gesticulaban , intercambiando sus voces con la uigiliae o patrulla nocturna apostada en la torre noroeste . El vecerio no duró mucho . Y con lam certera sospecha de que aquellos gritos de alerta tenían mucho que ver conmigo , forcé mis piernas . Apenas faltaban cien metros para la bifurcacion del sendero.
Vano empeño . Como una exhalación , antes de que hubiera recorrido una décima parte de ese trayecto , tres infantes romanos irrumpieron en mitad del camino , cerrándome el paso.
Era evidente que había cometido dos nuevos y lamentables errores . Primero , lanzarme a tan sospechosa carrera y , segundo , olvidar la vigilancia nocturna de Antonia y la abertura o << puerta >> existente en el referido parapeto , permanentemente cutosdiada .
Frené en seco . Y , sin resuello , esteré a que se aproximaran . Huir habría sido un tercer error ...
Autor :J.J.benitez
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