El rocío del alba no tardó en humedecer mis sandalias y y decenas de gotitas de agua fueron quedando prendidas entre el vello y la << piel de serpiente >> de mis piernas.
Aunque había tomado algunas referencias en mi primera visita a la finca del anciano sanedrita - durante el triste traslado del cuerpo sin vida del rabí -, tal y como me temía , nada más salvar el corto prado , un endemoniado laberinto de cercas , serpenteantaes veredas y altos setos de amargas artemisas retrasó mi avance . Guiándome por las cuatro torres Antonia ( siempre a mi espalda ) , el estallido rojo del nuevo sol ( por mi derecha ) , y los esporádicos balidos del ganado que descendía por el camino de Samaria ( a mi izquierda ) , fui penetrando entre los huertos , con la esperanza de topar , de un momento a otro , con la cerca de estacas blanqueadas que cerraba la propiedad de José . Y , súbitamente , a mi izquierda , escuché un tipico saludo judío :
- Schalom alekh hem... !
Aquel << la paz sea contigo >> procedía de un madrugador campesino quien , al verme pasar frente a su campo , se destacó por detrás de un magnífico sicomoro . Llevaba el chaluk o túnica arrollada a la cintura . mostrando unas piernas velludas y famélicas . Cargaba sobre su hombro derecho un hinchado pellejo de cabra .
- ¡ Salud ! - me apresuré a responder , adoptando un tono cordial -. Busco el huerto de José , el de Arimatea ...
Al percibir ,i acento extranjero , el judío torció el gesto , manifestando su contrariedad . Y refunfuñando algunas maldiciones - entre las que llegué a distinguir un << ¡ maldita sea tu madre ! >> -, me dio la espalda , continuando con un singular riego de la tierra . Al abrir el cuello del rústico odre , un chorro rojizo se precipitaba sobre los surcos . Era sangre . En realidad no se trataba de un riego propiamente dicho , sino de un fertilizante . Buena parte de la sangre que corría en los patios del Templo durante los sacrificios rituales de animales era aprovechada por la casta sacerdotal , siendo vendida a los agricultores . La explanada de dicho santuario , perfectamente enlosada y en declive , había sido acondicionada con una red de canalillos que recogía los miles de litros de sangre de bueyes , corderos , etc . , almacenándolos en cisternas subterráneas . La sagre sobrante se perdía en la torrentera del Cedrón , sabiamente conducida por un canal de desagüe . Ésta era la explicación a la misteriosa << agua roja >> que habíamos detectado desde el módulo en nuestra primera aproximación a la Ciudad Santa.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Aunque había tomado algunas referencias en mi primera visita a la finca del anciano sanedrita - durante el triste traslado del cuerpo sin vida del rabí -, tal y como me temía , nada más salvar el corto prado , un endemoniado laberinto de cercas , serpenteantaes veredas y altos setos de amargas artemisas retrasó mi avance . Guiándome por las cuatro torres Antonia ( siempre a mi espalda ) , el estallido rojo del nuevo sol ( por mi derecha ) , y los esporádicos balidos del ganado que descendía por el camino de Samaria ( a mi izquierda ) , fui penetrando entre los huertos , con la esperanza de topar , de un momento a otro , con la cerca de estacas blanqueadas que cerraba la propiedad de José . Y , súbitamente , a mi izquierda , escuché un tipico saludo judío :
- Schalom alekh hem... !
Aquel << la paz sea contigo >> procedía de un madrugador campesino quien , al verme pasar frente a su campo , se destacó por detrás de un magnífico sicomoro . Llevaba el chaluk o túnica arrollada a la cintura . mostrando unas piernas velludas y famélicas . Cargaba sobre su hombro derecho un hinchado pellejo de cabra .
- ¡ Salud ! - me apresuré a responder , adoptando un tono cordial -. Busco el huerto de José , el de Arimatea ...
Al percibir ,i acento extranjero , el judío torció el gesto , manifestando su contrariedad . Y refunfuñando algunas maldiciones - entre las que llegué a distinguir un << ¡ maldita sea tu madre ! >> -, me dio la espalda , continuando con un singular riego de la tierra . Al abrir el cuello del rústico odre , un chorro rojizo se precipitaba sobre los surcos . Era sangre . En realidad no se trataba de un riego propiamente dicho , sino de un fertilizante . Buena parte de la sangre que corría en los patios del Templo durante los sacrificios rituales de animales era aprovechada por la casta sacerdotal , siendo vendida a los agricultores . La explanada de dicho santuario , perfectamente enlosada y en declive , había sido acondicionada con una red de canalillos que recogía los miles de litros de sangre de bueyes , corderos , etc . , almacenándolos en cisternas subterráneas . La sagre sobrante se perdía en la torrentera del Cedrón , sabiamente conducida por un canal de desagüe . Ésta era la explicación a la misteriosa << agua roja >> que habíamos detectado desde el módulo en nuestra primera aproximación a la Ciudad Santa.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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