Al reconocerme , Juan secó sus lagrimas y , ante el gesto contrariado de Simón , acidió a mi , haciéndome partícipe - entre gimoteos y convulsivas sonrisas - de lo que ya sabía . Durante algunos instantes no supe qué hacer ni que decir . Era plenamente consciente que no podía influir , en ningun sentido , en los ánimos o decisiones de aquellos hombres . Mi papel era el de mero espectador . Sin embargo , en situaciones como aquélla , la fría y necesaria imparcialidad resultaba extremadamente difícil ... Y me limité a escucharle , acariciando sus revueltos y sedosos cabellos .
Fue Pedro quien , más sereno , vino a sacarme de tan comprometida situación : Dejándose llevar de su lógica y sentido común , ignorando a María , dio un corto paseo entre los bastones y la marmita de los policías del templo , exponiendolo que , en principio , me pareció una excelente sugerencia :
- Debemos anunciar el robo a José y a los demás ...
Al oír la palabra << robo >> , la de Magdala arreció en su llanto , presa de un nuevo ataque de desesperación . Pero el tozudo galileo ni la miró . Y haciendo presa en la muñeca de Juan , lo arrastró vereda arriba , desapareciendo de nuestra vista .
Por un lado me alegré . La intransigencia del pescador había empezado a crisparme los nervios .
La misión me obligaba a permanecer en el huerto , atento a la suerte de los lienzos mortuorios . Ése era mi inminente y delicado objetivo : hacerme con ellos y , durante unas horas , someterlos a un exhaustivo análisis científico en el interior del módulo . Una vez depositados en la cuna , daría comienzo la segunda fase de aquella , por el momento , accidentada aventura . Pero sigamos el orden cronológico de los hechos ...
Conmovido , me aproximé a maría . Se había arrodillado y , abatida , ocultaba su cara entre las manos . La dejé llorar y deshagorse . Cuando comprobé que sus sollozós y suspiros empezaban a espaciarse , fui retirando delicadamente sus largas manos , rogándole que tuviera paciencia . Pero la Magdalena , con los ojos hinchados y enrojecidos , movió la cabeza , transmitiendome su impotencia y profunda angustia . Era triste y desesperadamente para mi no poder ayudar mejor a aquella hermosa hebrea de veinte o veintidos años . Hubiera deseado anticiparle algo de lo que conocía . pero el estricto código moral que regía nuestro trabajo se impuso una vez más .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Fue Pedro quien , más sereno , vino a sacarme de tan comprometida situación : Dejándose llevar de su lógica y sentido común , ignorando a María , dio un corto paseo entre los bastones y la marmita de los policías del templo , exponiendolo que , en principio , me pareció una excelente sugerencia :
- Debemos anunciar el robo a José y a los demás ...
Al oír la palabra << robo >> , la de Magdala arreció en su llanto , presa de un nuevo ataque de desesperación . Pero el tozudo galileo ni la miró . Y haciendo presa en la muñeca de Juan , lo arrastró vereda arriba , desapareciendo de nuestra vista .
Por un lado me alegré . La intransigencia del pescador había empezado a crisparme los nervios .
La misión me obligaba a permanecer en el huerto , atento a la suerte de los lienzos mortuorios . Ése era mi inminente y delicado objetivo : hacerme con ellos y , durante unas horas , someterlos a un exhaustivo análisis científico en el interior del módulo . Una vez depositados en la cuna , daría comienzo la segunda fase de aquella , por el momento , accidentada aventura . Pero sigamos el orden cronológico de los hechos ...
Conmovido , me aproximé a maría . Se había arrodillado y , abatida , ocultaba su cara entre las manos . La dejé llorar y deshagorse . Cuando comprobé que sus sollozós y suspiros empezaban a espaciarse , fui retirando delicadamente sus largas manos , rogándole que tuviera paciencia . Pero la Magdalena , con los ojos hinchados y enrojecidos , movió la cabeza , transmitiendome su impotencia y profunda angustia . Era triste y desesperadamente para mi no poder ayudar mejor a aquella hermosa hebrea de veinte o veintidos años . Hubiera deseado anticiparle algo de lo que conocía . pero el estricto código moral que regía nuestro trabajo se impuso una vez más .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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