Frente a mi , desde los 800 metros de altitud del Gareb - al oeste -, hasta los 735 de Beza`tha - situado a mi derecha -, aquella suave sucesión de colinas se hallaba sembrada de pequeños y medianos huertos , repletos de higueras , cipreses de perfumada y apretada madera , enebros de hasta veinte metros de altura , terebintos ramificados y exuberantes , de hojas muy parecidas a las del nogal y de penetrante fragancia y , en fin , de abundantes y selectos frutales . Ante semejante vergel , comprendí las serias dificultades de Tito cuando , 36 años más tarde , al sitiar Jerusalén , avanzó con su ejercito desde el monte Scopus , algo más al norte de donde yo me encontraba .
De haber continuado por el sendero inicial , tomando frente a la puerta de los Peces el desvío que llevaba a Samaria , quizá mis problemas se hubieran multiplicado . Mi aspecto era penoso y llamativo y , muy probablemente , habría despertado la curiosidad de los comerciantes , campesinos y pastores que , mucho antes de aquella << aurora de dedos rosados >> - como habia cantado Homero -, arreaban sus jumentos y rebaños en dirección al gran mercado del barrio alto de la ciudad : el sûq ha - `elyon.
( Muchas de las hortalizas , grano y otros productos del campo procedían en aquellos tiempos de Samaria y de la llanura fronteriza con Idumea . )
Contemplada desde la muralla norte de Jerusalén , bien desde la referida puerta de los Peces o desde los muros de Antonia la finca de José se asentaba a la derecha de la citada ruta norte - la de Samaria - , derramándose hacia el este , en una recogída hondonada , fronteriza con las colinas de Beza `tha . Era un auténtico prodigio que los israelíes hubieran conquistad aquellos suelos calcáreos y pedregosos , transformando cada palmo de tierra útil en una bendición . A pesar de ello , las blancas calvas pétreas despuntaban aquí y allá , entre los macizos de árboles y sembrados . Mi objetivo , precisamente , era una de aquellas formaciones rocosas . Y atraido por aquella fuerza irresistible , me aventuré por la verdeante pradera . La tibia primavera y las lluvias de marzo habían alzado la hierba , salpicádola de gladiolos silvestres y de las pequeñas flores << del viento >> - las anémonas -, con sus campanillas de color violado púrpura .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
De haber continuado por el sendero inicial , tomando frente a la puerta de los Peces el desvío que llevaba a Samaria , quizá mis problemas se hubieran multiplicado . Mi aspecto era penoso y llamativo y , muy probablemente , habría despertado la curiosidad de los comerciantes , campesinos y pastores que , mucho antes de aquella << aurora de dedos rosados >> - como habia cantado Homero -, arreaban sus jumentos y rebaños en dirección al gran mercado del barrio alto de la ciudad : el sûq ha - `elyon.
( Muchas de las hortalizas , grano y otros productos del campo procedían en aquellos tiempos de Samaria y de la llanura fronteriza con Idumea . )
Contemplada desde la muralla norte de Jerusalén , bien desde la referida puerta de los Peces o desde los muros de Antonia la finca de José se asentaba a la derecha de la citada ruta norte - la de Samaria - , derramándose hacia el este , en una recogída hondonada , fronteriza con las colinas de Beza `tha . Era un auténtico prodigio que los israelíes hubieran conquistad aquellos suelos calcáreos y pedregosos , transformando cada palmo de tierra útil en una bendición . A pesar de ello , las blancas calvas pétreas despuntaban aquí y allá , entre los macizos de árboles y sembrados . Mi objetivo , precisamente , era una de aquellas formaciones rocosas . Y atraido por aquella fuerza irresistible , me aventuré por la verdeante pradera . La tibia primavera y las lluvias de marzo habían alzado la hierba , salpicádola de gladiolos silvestres y de las pequeñas flores << del viento >> - las anémonas -, con sus campanillas de color violado púrpura .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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