Juan , nervoso e impaciente , le increpó desde la boca del sepulcro. Entoncer comprendí que el Zebedeo no había tenido ocasión de distinguir con claridad la superficie del banco donde descansó el cuerpo del Maestro . Era lógico . Aunque el sol había remontado ya el perfil del monte de los Olivos , iluminando las tierras con una dulce y meridiana claridad , la luz que irrumpía en la cámara mortuoria era escasa . Y supongo que el decidido Pedro , como la Magdalena y como yo mismo , se había contentado con palpar el vacío ...
- ¿ Qué ... ?
Simón Pedro no pestañeó siquiera . Y con un vago ademán de su mano izquierda le invitó a que entrara .
Juan torció el gesto y , contrariado por el mutismo de su hermano , se situó en cuclillas . Agachó la cabeza y se perdió en las tinieblas del sepulcro .
Su estancia en el interior fue algo más prolongada que la de su predecesor . Cuando retornó , a diferencia de Pedro , su cara aparecía radiante , transfigurada ...
Durante un par de minutos no dijo nada . Se dejó caer de espaldas contra el frontis de la cripta y , entornando los ojos , le vi llorar . Fueron unas lágrimas silenciosas , apacibles , que decían más que todas las palabras del mundo.
Pedro terminó por volver a la realidad y , con un amargo rictus en sus labios , exclamó :
- ¡ Hijos de mala madre ! ... ¡ Han profanado su tumba !
La reacción del pescador debió encender a Juan . Y abriendo sus ojos fue a sentarse a su lado . Visiblemente alterado , señalando a la boca de la cueva , el más joven de los Zebedeos trató de convencerle de algo en lo que , al parecer , no había reparado su amigo : la extraña disposición de la mortaja . ¿ Cómo explicarlo ? ¿ Por qué los supuestos profanadores no se habían llevado la sábana y el sudario ? ...
Los argumentos - tan agudos como razonables - no comovieron a Pedro . Mientras Juan discutía , refunfuñaba y le llamaba << terco ) y << Necio >> , Simón , inalterable , se limitaba a negar con la cabeza , repitiendo como un papagayo :
- ¡ Lo han robado ! .... ¡ Lo han robado !
Autor : J.J.benitez Un abrazo Antonio Martinez
- ¿ Qué ... ?
Simón Pedro no pestañeó siquiera . Y con un vago ademán de su mano izquierda le invitó a que entrara .
Juan torció el gesto y , contrariado por el mutismo de su hermano , se situó en cuclillas . Agachó la cabeza y se perdió en las tinieblas del sepulcro .
Su estancia en el interior fue algo más prolongada que la de su predecesor . Cuando retornó , a diferencia de Pedro , su cara aparecía radiante , transfigurada ...
Durante un par de minutos no dijo nada . Se dejó caer de espaldas contra el frontis de la cripta y , entornando los ojos , le vi llorar . Fueron unas lágrimas silenciosas , apacibles , que decían más que todas las palabras del mundo.
Pedro terminó por volver a la realidad y , con un amargo rictus en sus labios , exclamó :
- ¡ Hijos de mala madre ! ... ¡ Han profanado su tumba !
La reacción del pescador debió encender a Juan . Y abriendo sus ojos fue a sentarse a su lado . Visiblemente alterado , señalando a la boca de la cueva , el más joven de los Zebedeos trató de convencerle de algo en lo que , al parecer , no había reparado su amigo : la extraña disposición de la mortaja . ¿ Cómo explicarlo ? ¿ Por qué los supuestos profanadores no se habían llevado la sábana y el sudario ? ...
Los argumentos - tan agudos como razonables - no comovieron a Pedro . Mientras Juan discutía , refunfuñaba y le llamaba << terco ) y << Necio >> , Simón , inalterable , se limitaba a negar con la cabeza , repitiendo como un papagayo :
- ¡ Lo han robado ! .... ¡ Lo han robado !
Autor : J.J.benitez Un abrazo Antonio Martinez
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