En aquellos momentos , por ejemplo , el chapoteo mate y monótono de los bataneros , lavando , impermeabilizando y convirtiendoen fieltro la pelisilla de la lana y los tejidos procedentes de los telares , me recordó que me hallaba aún en el mencionado barrio alto ; el sector pagano por excencia , donde - según los doctores de la Ley - << el esputo de uno de aquellos bataneros era tomado por impuro >>.
Conforme fui descendiendo , procurando no resbalar en los desgastados y redondos adoquines - en Jerusalén era imposible caminar más de quince minutos seguidos sin bajar o subir escalones -, el inconfundible y ritmico golpeteo de los caldereros fue eclipsando la actividad de los bataneros .
De vez en vez me veía forzado a pegarme a las paredes , dejando paso a algunos de los numerosos y dóciles asnos << mascate >> de largas orejas y gran alzada , de un pelo casi blanco y arreados sin piedad por niños , viejos y adultos . Aquellos sufridos animales - cargados con pringosas y chorreantes canastas en las que se balanceaban campanudas ánforas de aceite o vino - eran tan abundantes en la Ciudad Santa y en toda la Palestina , que sus heces , apisonadas por el constante ir y venir de las gentes , formaban un todo con el << pavimentado >> de las calles . En realidad , sólo algunas plazas y las arterias principales - las dos calles de columnatas de ambos mercados , por ejemplo - eran barridas a diario por los recogedores de inmundicias y basureros << oficiales >> ( R . Shemaya bar Zeera escribe que las calles de Jerusalén se barrían todos los días . Y era cierto . Pero la limpieza se limitaba a una mínima parte del casco urbano . )
A las puertas de las tenebrosas viviendas , mujeres de sobrados mantos verdes , marrones , y de otros colores indefinidos por la siciedad , se afanaban sobre sus pucheros de barro cocido , llenando el aire con el olor acre de la grasa caliente y de las especias y cubriéndose el rostro al paso de los hombres . Y entre los escalones y descansillos de aquella red de callejas pestilentes , decenas de niños de cabezas rapadas , ojos negros y profundos y piel fustigada por nubes de moscas y costras purulentas , todo ello consecuencia de la pésima higiene .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio martinez
Conforme fui descendiendo , procurando no resbalar en los desgastados y redondos adoquines - en Jerusalén era imposible caminar más de quince minutos seguidos sin bajar o subir escalones -, el inconfundible y ritmico golpeteo de los caldereros fue eclipsando la actividad de los bataneros .
De vez en vez me veía forzado a pegarme a las paredes , dejando paso a algunos de los numerosos y dóciles asnos << mascate >> de largas orejas y gran alzada , de un pelo casi blanco y arreados sin piedad por niños , viejos y adultos . Aquellos sufridos animales - cargados con pringosas y chorreantes canastas en las que se balanceaban campanudas ánforas de aceite o vino - eran tan abundantes en la Ciudad Santa y en toda la Palestina , que sus heces , apisonadas por el constante ir y venir de las gentes , formaban un todo con el << pavimentado >> de las calles . En realidad , sólo algunas plazas y las arterias principales - las dos calles de columnatas de ambos mercados , por ejemplo - eran barridas a diario por los recogedores de inmundicias y basureros << oficiales >> ( R . Shemaya bar Zeera escribe que las calles de Jerusalén se barrían todos los días . Y era cierto . Pero la limpieza se limitaba a una mínima parte del casco urbano . )
A las puertas de las tenebrosas viviendas , mujeres de sobrados mantos verdes , marrones , y de otros colores indefinidos por la siciedad , se afanaban sobre sus pucheros de barro cocido , llenando el aire con el olor acre de la grasa caliente y de las especias y cubriéndose el rostro al paso de los hombres . Y entre los escalones y descansillos de aquella red de callejas pestilentes , decenas de niños de cabezas rapadas , ojos negros y profundos y piel fustigada por nubes de moscas y costras purulentas , todo ello consecuencia de la pésima higiene .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio martinez
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