la luz de la mañana blanqueaba sus murallas , pintando de rojo y amarillo la caliza de sus abigarradas viviendas , que trepaban cuadradas a ambos lados del valle del Tiropeón . En los dos grandes barrios - el del noroeste y el de Akra - se elevaban ya , perezosas , buen número de finas columnas de humo gris . La vida despertaba pujante y desenfadada . Y entre el ocre cúbico de miles de casuchas , tabicado con otras tantas y móviles ombras , los palacios de los Asmoneos , de Herodes y de los sumos sacerdotes , con sus torres de agujas doradas y sus blancas azoteas . Más allá , en el oeste , el peregrino podía distinguir el quebrado perfil de la muralla , abrazando la ciudad y corriendo desafiante hasta la cumbre del cerro del Gareb.
Un cosquilleo fue invadiéndome conforme me acercaba a la transitada puerta de los Peces , en el muro norte . Desde tempranas horas , el trasiego de hombres y bestias y carros era incesante .
Lancé una mirada a mi comprometedor atuendo y , con una punta de recelo , aferrándome con fuerza a la << vara >> , caí en aquella marea de comerciantes , hortelanos , pastores , peregrinos de mil tierras y rebaños de monótonos balidos .
Jornaleros tan andrajosos como yo , portando toda suerte de herramientas agrícolas , salían en cuadríllas o en solitario , rumbo a losm huertos y campiñas .
Y a las puertas de la ciudad , lisiados , mendigos y pícaros alargaban sus famélicos brazos al paso de los viandantes , haciendo sonar algún que otro leptón en el fondo de sus escudillas , pregonando sus miserias entre gañidos o solicitando la benevolencia y la caridad.
Varios traficantes de Alejandría , luciendo lujosas galas de lino , contemplaban extasiados la resplandeciente y altiva cúpula del Templo , provocando comentarios de admiración entre los judíos menos favorecidos por la fortuna . Y entre semejantes baraúnda , cientos de peregrinos , entrando y saliendo del recinto amurallado , esquivándose mutuamente o disculpandose con exagerados e interminables ademanes cuando tropezaban entre sí . Los había de todas las latitudes : hebreosn de Babilonia de negros mantos hasta las sandalias , persas de rutilantes sedas recamadas de oro y plata , judíos de las mesetas de Anatolia con sus típicas hopalandas o faldas de pelo de cabra y fenicios de calzones multicolores ....
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Un cosquilleo fue invadiéndome conforme me acercaba a la transitada puerta de los Peces , en el muro norte . Desde tempranas horas , el trasiego de hombres y bestias y carros era incesante .
Lancé una mirada a mi comprometedor atuendo y , con una punta de recelo , aferrándome con fuerza a la << vara >> , caí en aquella marea de comerciantes , hortelanos , pastores , peregrinos de mil tierras y rebaños de monótonos balidos .
Jornaleros tan andrajosos como yo , portando toda suerte de herramientas agrícolas , salían en cuadríllas o en solitario , rumbo a losm huertos y campiñas .
Y a las puertas de la ciudad , lisiados , mendigos y pícaros alargaban sus famélicos brazos al paso de los viandantes , haciendo sonar algún que otro leptón en el fondo de sus escudillas , pregonando sus miserias entre gañidos o solicitando la benevolencia y la caridad.
Varios traficantes de Alejandría , luciendo lujosas galas de lino , contemplaban extasiados la resplandeciente y altiva cúpula del Templo , provocando comentarios de admiración entre los judíos menos favorecidos por la fortuna . Y entre semejantes baraúnda , cientos de peregrinos , entrando y saliendo del recinto amurallado , esquivándose mutuamente o disculpandose con exagerados e interminables ademanes cuando tropezaban entre sí . Los había de todas las latitudes : hebreosn de Babilonia de negros mantos hasta las sandalias , persas de rutilantes sedas recamadas de oro y plata , judíos de las mesetas de Anatolia con sus típicas hopalandas o faldas de pelo de cabra y fenicios de calzones multicolores ....
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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