La noticia de la inminente flagelación de aquel judío - que se autocalificaba como rey de los hebreos - se había extendido rápidamente entre la guarnición , que , lógicamente , no quiso perderse el acontecimiento
Civilis sugirió que me apartase .
- Poncio quiere un castigo ... especial - añadió el centurión con una sarcástica sonrisa -. ¡ Y por Zeus que lo va a tener !
Las palabras del oficial me hicieron temblar . Miré a Jesús , pero el gigante seguía ausente e inmóvil , conn los ojos fijos en el chorro de agua que saltaba de la pequeña esfera que sostenía la diosa en su mano izquierda .
Los cascos de los caballos , alejándose hacia una de las esquinas del recinto , marcaron el princiìo de aquella tortura . De entre los mercenarios se habían destacado dos , especialmente fornidos . Ambos sostenían en sus manos látigos cortos , formadospor mangos de cuero y metal de apenas 30 centímetros de longitud . De uno de ellos partían tres correas de unos 40 o 50 centímetros cada una , armadas en sus extremos de sendos pares de astrágalos o tabas de carnero . El otro verdugo acariciaba los anillos de hierro de su plumbata , del que salían dos tiras de cuero , provistas de un par de volitas de metal ( posiblemente plomo ) en cada punta .
A una señal del oficial en jefe , dos de los soldados de la escolta situaron al Maestro frente a uno de los cuatro mojones o pequeñas mugas de cuarenta centímetros de altura , que rodeaban la fuente y que eran utilizados para amarrar las riendas de las caballerías .
Uno de los soldados intentó soltar las ligaduras de las muñecas , pero habían sido dispuestas de tal forma que , tras varios e inútiles intentos , tuvo que echar mano de su espada , cortandola de un tajo . Despues de casi ocho horas con los brazos atados a la espalda , las manos de Jesús aparecían tumefactas y con un tinte violáceo. .
Autor ;J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Civilis sugirió que me apartase .
- Poncio quiere un castigo ... especial - añadió el centurión con una sarcástica sonrisa -. ¡ Y por Zeus que lo va a tener !
Las palabras del oficial me hicieron temblar . Miré a Jesús , pero el gigante seguía ausente e inmóvil , conn los ojos fijos en el chorro de agua que saltaba de la pequeña esfera que sostenía la diosa en su mano izquierda .
Los cascos de los caballos , alejándose hacia una de las esquinas del recinto , marcaron el princiìo de aquella tortura . De entre los mercenarios se habían destacado dos , especialmente fornidos . Ambos sostenían en sus manos látigos cortos , formadospor mangos de cuero y metal de apenas 30 centímetros de longitud . De uno de ellos partían tres correas de unos 40 o 50 centímetros cada una , armadas en sus extremos de sendos pares de astrágalos o tabas de carnero . El otro verdugo acariciaba los anillos de hierro de su plumbata , del que salían dos tiras de cuero , provistas de un par de volitas de metal ( posiblemente plomo ) en cada punta .
A una señal del oficial en jefe , dos de los soldados de la escolta situaron al Maestro frente a uno de los cuatro mojones o pequeñas mugas de cuarenta centímetros de altura , que rodeaban la fuente y que eran utilizados para amarrar las riendas de las caballerías .
Uno de los soldados intentó soltar las ligaduras de las muñecas , pero habían sido dispuestas de tal forma que , tras varios e inútiles intentos , tuvo que echar mano de su espada , cortandola de un tajo . Despues de casi ocho horas con los brazos atados a la espalda , las manos de Jesús aparecían tumefactas y con un tinte violáceo. .
Autor ;J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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