Por debajo de la protección señalada por Yavé , distinguí las vigas de sicomoro ( resistente a los gusanos ) que armaban la techumbre . ( En aquella región , los tejados eran frágiles . Los construían con las referidas vigas y un armazón de cañas , palos y viguetas sobre la que se extendía una gruesa capa de barro mezclado con paja . Al finalizar el periodo de lluvias , los propietarios remoledaban y alisaban la azotea ) . Algo más abajo , las negras paredes habían sido abiertas con cuatro o cinco troneras , a cuál más estrecha , y cuya misión , en aquel caluroso clima , era , sobre todo , la ventilación .
¿ Estábamos frente a una vivienda judía ? Al reparar en las jambas de piedra del portalón me asaltó una duda . Allí no figuraba la mezuzah , el pequeño estuche metálico de apenas diez centímetros de longitud que se empotraba a la derecha de la puerta o en los postes que hacían de jambas y que , según la Torá , protegía la morada contra toda suerte de males y demonios . Cada vez que un judío entraba o salía de su casa , o de cualquier otra vivienda considerada << limpia >> , tocaba la mezuzah con reverencia y se llevaba los dedos a los labios . La mayoría creía que este gesto era suficiente , no sólo para obrener la protección personal , sini , incluso , para lograr el e
éxito en el trabajo o en los negocios durante esa jornada .La superstición se hallaba tan arraigada que los hombres y mujeres vigilaban constantemente que la zona próxima a dicha mezuzah ( en un radio de un codo , unos cuarenta y cinco centímetros ) estuviera limpia y reluciente . De lo contrario - decian - , la casa podría ser invadida por 365 demonios ...
Y en eso estábamos cuando , súbitamente , el Maestro arrancó.
Nos fuimos tras Él pero , antes de que pudiéramos reaccionar , una carreta , una de aquellas redas de cuatro enormes y sólidas ruedas de madera , se iinterpuso en nuestro camino . Poco faltó para que nos atropellara . El conductor , látigo en mano , nos maldijo y , azuzando a las mulas , se perdió por el cardo en dirección a la triple puerta , al norte
Sólo fueron unos segundos , pero ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
¿ Estábamos frente a una vivienda judía ? Al reparar en las jambas de piedra del portalón me asaltó una duda . Allí no figuraba la mezuzah , el pequeño estuche metálico de apenas diez centímetros de longitud que se empotraba a la derecha de la puerta o en los postes que hacían de jambas y que , según la Torá , protegía la morada contra toda suerte de males y demonios . Cada vez que un judío entraba o salía de su casa , o de cualquier otra vivienda considerada << limpia >> , tocaba la mezuzah con reverencia y se llevaba los dedos a los labios . La mayoría creía que este gesto era suficiente , no sólo para obrener la protección personal , sini , incluso , para lograr el e
éxito en el trabajo o en los negocios durante esa jornada .La superstición se hallaba tan arraigada que los hombres y mujeres vigilaban constantemente que la zona próxima a dicha mezuzah ( en un radio de un codo , unos cuarenta y cinco centímetros ) estuviera limpia y reluciente . De lo contrario - decian - , la casa podría ser invadida por 365 demonios ...
Y en eso estábamos cuando , súbitamente , el Maestro arrancó.
Nos fuimos tras Él pero , antes de que pudiéramos reaccionar , una carreta , una de aquellas redas de cuatro enormes y sólidas ruedas de madera , se iinterpuso en nuestro camino . Poco faltó para que nos atropellara . El conductor , látigo en mano , nos maldijo y , azuzando a las mulas , se perdió por el cardo en dirección a la triple puerta , al norte
Sólo fueron unos segundos , pero ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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