Nunca supimos de dónde salió y cómo se plantó frente a estos aturdidos exploradores . Quizá viajaba en la reda , entre toneles . Fue la única explicación medio lógica ...
La cuestión es que nos cerró el paso .
- ¡ Cambio monedas ! - gritó , al tiempo que agitaba una bolsa de tela frente a los ojos de Eliseo -, ¿ Necesitáis moneda romana ? ¿ Quizá judía ?
El sujeto , de baja estatura , cetrino , con una barba larga y teñida de rojo , amarrada al ceñidor de cuerdas , lucía un parche negro de cuero sobre su ojo izquierdo .
Instintivamente , levanté la mirada , buscando al Maestro . Se perdía ya por el portalón de la supuesta casa judía que había contemplado con tanto interés.
Quise esquivar al al << cambista >> pero , ágil , me sujetó por una de las mangas , insistiendo :
- ... ¡ Te ofrezco el dracma a veinticinco sestercios !
Ni siquiera me negué . Mis ojos continuaban fijos en el portalón . Eliseo a mi lado , tampoco supo reaccionar .
- Está bien - aparentó el tuerto -, puedo pagarte a cuatro denarios y medio el tetradracma ...
Y comprendí que estábamos ante uno de los rateros que infestaban Nahum . Ningún cambista oficial , autorizado por la Ley , se habría manifestado en esos términos . El dracma griego , en aquellos momentos , se cotizaba al mismo valor que el denario de plata romano . Un tetradracma o stater era equivalente a cuatro denarios o veinticuatro sestercios .
Allí , como digo , había gato encerrado ...
Y fue al intentar zafarme del pegajoso sujeto de la llamativa barba roja cuando oímos los primeros gritos
Procedían del edificio en el que acababa de entrar el Hijo del Hombre .
Nos alertamos . ¿ Qué sucedía ?
Los gritos se incrementaron . Parecían voces de mujeres .
Algunos transeútes , igualmente alarmados , corrieron hacia el portalón y se arremolinaron bajo el dintel .
Me liberé , al fin , de la garra del tuerto y salté veloz hacia el muro . Supongo que Eliseo me imitó . Ni siquiera me volví para comprobarlo . Algo me decía que debía estar atento ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
La cuestión es que nos cerró el paso .
- ¡ Cambio monedas ! - gritó , al tiempo que agitaba una bolsa de tela frente a los ojos de Eliseo -, ¿ Necesitáis moneda romana ? ¿ Quizá judía ?
El sujeto , de baja estatura , cetrino , con una barba larga y teñida de rojo , amarrada al ceñidor de cuerdas , lucía un parche negro de cuero sobre su ojo izquierdo .
Instintivamente , levanté la mirada , buscando al Maestro . Se perdía ya por el portalón de la supuesta casa judía que había contemplado con tanto interés.
Quise esquivar al al << cambista >> pero , ágil , me sujetó por una de las mangas , insistiendo :
- ... ¡ Te ofrezco el dracma a veinticinco sestercios !
Ni siquiera me negué . Mis ojos continuaban fijos en el portalón . Eliseo a mi lado , tampoco supo reaccionar .
- Está bien - aparentó el tuerto -, puedo pagarte a cuatro denarios y medio el tetradracma ...
Y comprendí que estábamos ante uno de los rateros que infestaban Nahum . Ningún cambista oficial , autorizado por la Ley , se habría manifestado en esos términos . El dracma griego , en aquellos momentos , se cotizaba al mismo valor que el denario de plata romano . Un tetradracma o stater era equivalente a cuatro denarios o veinticuatro sestercios .
Allí , como digo , había gato encerrado ...
Y fue al intentar zafarme del pegajoso sujeto de la llamativa barba roja cuando oímos los primeros gritos
Procedían del edificio en el que acababa de entrar el Hijo del Hombre .
Nos alertamos . ¿ Qué sucedía ?
Los gritos se incrementaron . Parecían voces de mujeres .
Algunos transeútes , igualmente alarmados , corrieron hacia el portalón y se arremolinaron bajo el dintel .
Me liberé , al fin , de la garra del tuerto y salté veloz hacia el muro . Supongo que Eliseo me imitó . Ni siquiera me volví para comprobarlo . Algo me decía que debía estar atento ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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