jueves, 3 de noviembre de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 7 - 18 de setiembre , martes ( 24 )

El maarabit  golpeaba los toldos que , con buencriterio , eran amarrados , durante los días veraniegos,
de una terraza a otra , proporcionando así una temperatura más suave a los transeúntes y , por añadidura , unas sugerentes tonalidades naranjas , verdes y blancas a cuanto formaba parte del callejón en cuestión .
Algunas mujeres , alertadas por el ímpetu del viento , se asomaban a las estrechas ventanas - casi troneras - , avisando a las vecinas con agudos chillidos . Nos observaban brevemente , y desaparecían en las tinieblas , atrancando con fuerza las contraventanas de madera . Más allá , otras matronas repetían la operación , burlamdo así al mortificante viento .
Traté de distinguir en el interior de las casas . Imposible . La mayoría de las puertas , anchas y no muy altas , aparecía cubierta con una tupida red embreada que hacia imposible la observación desde el exterior . No ocurría lo mismo desde el exterior ...
El algunos patios abiertos sí acerté a descubrir la silueta de sus habitantes , casi todo mujeres . Cocinaban , lavaban o atendían a los más pequeños . La lucha con el humo de los fogones era una batalla perdida . Y la tos y los elementos se sumaron a los gritos de las << avisadoras >> , al llanto de los niños y a los amenazadores ladridos de los perros .
Jesús , inmutable , prosiguió . El terreno seguía descendiendo con suavidad.
¿ Hacia dónde nos dirigíamos ? Ni idea .
De vez en cuando , El Maestro y estos exploradores , forzados por la aparición de uno o varios asnos , nos veíamos en la necesidad de hacernos a un lado y refugiarnos en los huecos de las pueras o en el umbral de los patios . Animales y burreros tenían preferencia . Ésa era la costumbre.
Y fue en una de esas obligadas pausas , mientras aguardábamos al paso de uno de aquellos altos y marrones onagros , cargado con pescado del yam , cuando , entre los muros , divisé algo que me llamó la atención. No se hallaba muy lejos . Quizá a un centenar de metros , al otro lado del río , que se deslizaba perezoso hacia el lago .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto