jueves, 3 de noviembre de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 7 - 18 de setiembre , martes ( 25 )

Al principio no supe qué hacía aquella gente . Después , al observar las pequeñas ñamas y el humo que coronaban buena parte del montículo , creí entender . Era el basurero de Nahum...
Alrededor de veinte individuos , todos ellos portando sacos y canastas , se desplazaban lentamente sobre la géhenne , buscando y seleccionando lo que otros desechaban. ( Los basureros , en Israel , recibían el nombre de géhenne o gehenna << infierno >> Nota del Mayor )
El Destino , como siempre , me tenía reservada una sorpresa , directamente relacionada con aquel grupo de infelices .Pero de eso espero ocuparme en su momento ...
Y poco a poco dejamos atrás el laberinto de piedra , el tufo de la hornillas , los chillidos y los rebuznos , la peste a orín , el ritmico golpeteo de las ventanas y el silbido del maarabit , enredado en toldos y redes.
La reconocí al momento .
Al salir del barrio oriental fuimos a desembocar al cardo , la calle principal de Nahum . La arteria  , de unos seis metros de anchura  , dividía el pueblo de norte a sur . Yo la había recorrido en diferentes oportunidades . La primera con Jonás , un lelah amable que me prestó un buen servicio al conducirme hasta el astillero de los Zebedeo , en la desembocadura del río Korazín.
El flujo de gente era menor . Supuse que la hora , con el sol en lo alto , y el rebelde viento no propiciaban las visitas a los comercios que se alineaban a uno y otro lado de la calzada , bajo los pórticos . Los comerciantes , aburridos , peleaban con el maarabit , protegiendo el género con grandes paños de tela . Aun así , a cada racha , frutas , verduras , carnes , especias , cereales  y pescado resultaban contaminados con nuevas dosis de polvo y ceniza .
Noté una cierta alegría en el rostro de Jesús . Y sus ojos buscaron entre los paseantes y curiosos . Tuve la sensación de que esperaba encontrar a alguien entre los que iban y venían ...
SEguimos caminando hacia el sur , en dirección al puerto , y quien esto escribe , contagiado por el mismo sentimiento, se dedicó a ezplorar los rostros de los clientes que inspeccionaban las mercancías o que regateaban con los encargados o dueños de los negocios .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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