martes, 19 de mayo de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 4 )

Aún no me había recuperado de la sorpresa producida por la aproximación de aquel misterioso objeto volante cuando vi como Jesús se desplomaba  , clavando sus rodillas en tierra . El golpe seco contra el suelo hizo estremecer a Juan marcos . Ni el muchacho ni yo habíamos visto jamçás  al galileo con un semblante tan pálido y abatido .
Durante varios minutos  permaneció con la barbilla enterrada entre los pliegues del manto que cubría sus hombros y pecho . Aquella profunda inclinación de su cabeza  no me dejaba ver con claridad su rostro , aunque estoy seguro que mantenía los ojos cerrados .
Sus brazos , inmóviles y derrotados a lo largo del cuerpo, acentuaban aún más aquel repentino decaimiento .
Después , muy lentamente , fue elevando la cabeza , hasta dejar sus ojos fijos en el cielo . El viento había empezado a enredar sus cabellos . Y levantando los brazos por encima del rostro , exclamó con voz apagada y suplicante : << ¡ Abba ! >> << ¡ Abba ! >>
Quedé desconcertado . Aquella palabra aramea  - que yo había escuchado en más de una ocasión , cuando los niños se dirigían a sus padres  - venía a significar << papá >> . Era el familiar y conocido apelativo  cariñoso que , por cierto , los judíos  no empleaban jamás cuando se dirigían a Dios . ¿ por qué lo utilizaba Jesús ?
Sus ojos me impresionaron igualmente : aquel brillom habitual se había difuminado . Ahoa aparecían hundidos y sombreados por una tristeza que , de no haber conocido el probado temple de aquel Hombre , hubiera jurado que se hallaba muy cerca del miedo .
- ¡ Abba ! - murmuró de nuevo- . He venido a este mundo para cumplir tu voluntad y así lo he hecho ... Sé que ha llegado la hora de sacrificar mi vida carnal... No lo rehúyo , pero desearía saber si es tu voluntad que beba esta copa ....
Sus palabras retumbaron en el huerto como un timbal fúnebre . No podía dar crédito a lo que estaba oyendo : ¿ Es que Jesús estaba atemorizado ?
- .... Dame la seguridad - prosiguió - de que con mi muerte te satisfago como lo he hecho en vida .
Sus manos , abiertas , tensas e implorantes , fueron descendiendo poco a poco . Pero su rostro - tenuemente iluminado por la luna - no se movió . Y sin saber por qué , yo también miré hacia la legión de estrellas y luceros , esperando que se produjera alguna señal.
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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