sábado, 23 de mayo de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 28 )

Cuando me disponía a dejar el olivar y encaminarme hacia la ciudad santa  , las siluetas de dos mercenarios rezagados aparecieron de improviso entre los olivos que se levantaban al otro lado del sendero . Me pegué como pude a uno de los troncos  y esperé a que pasasen . Si  descubrían mi presencia me hubiera visto en una delicada situación . Pero , en el momento enj que los soldados entraban en la vereda , Juan Marcos - que había permanecido oculto durante todo el prendimiento - se asomó con gran sigilo a la puerta de la barraca . Aquello fue su perdición . Los romanos vieron al instante su escandalosa sábana blanca , precipitándose hacia el muchachon . Esta vez, la reacción de los infantes  fue tan rápida que Marcos no tuvo tiempo de escapar.
Y uno de ellos hizo presa en el lienzo mientras el segundo , también a la carrera , cubría las espaldas de su compañero . Pero el ágil Marcos no se dio por vencido . Y sin pensarlo dos veces se desembarazó de la sábana , huyendo desnudo hacia la masa de olivos por donde habían irrumpido los inoportunos extranjeros . Aquella maniobra del joven pilló desprevenidos a los romanos , que , para cuando salieron tras él , habían perdido unos segundos preciosos .
El que había logrado sujetarle arrojó el lienzo al suelo y , maldiciendo , desenvainó la espada , iniciando una atropellada carrera . El compañero hizo lo mismo , internándose de nuevo en el bosque . Pero la mala suerte parecía cebarse aquella noche sobre la tropa romana y el soldado tropezó en una de las raíces del olivar , cayendo de bruces . Como consecuencia del golpe , el casco salió despedido , rodando por la pendiente . Pero el enfurecido infante - cegado por el afan de capturar al emboscado - se olvidó de su yelmo .
sabía que podía ser arriesgado pero , dejándome llevar por la intuición , abandoné mi escondrijo , aproximándome al lugar donde había quedado el casco . Lo recogí y , tratando de tranquilizarme , esperé . Era , en efecto , un yelmo de cuero , sin ningún tipo de adorno o distintivo.
No tuve que esperar mucho . A los pocos minutos regresaron a la linde del olivar . Sin embargo , enfrascados en la búsqueda del yelmo , no se percataron de mi presencia . Entonces , levantando la voz y el casco , me dirigí a ellos en griego.
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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