domingo, 24 de mayo de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril, viernes ( 33 )

El apóstol , con los ojos enrojecidos por el inintirrumpido llanto , pareció alegrarse un poco al comprobar que no se hallaba del todo solo y me confesó que , una vez que lograron despistar a los soldados , Pedro y él habían decidido seguir a Jesús . Del resto sólo sabía que había huido en dirección al campamento . Durante el sigiloso seguimiento , Juan recordó las instruciones que le diera el Maestro , en el sentido de que permaneciera a su lado , y se apresuró a alcanzarle . Mientras tanto , Pedro - si es que no había cambiado de parecer  - debía encontrarse a cierta distancia , siguiendonos y camuflado entre la maleza .
Hacia las dos y cuarto de la madrugada , la comitiva  se detuvo ante la residencia de Anás , muy cerca de la Puerta de Sión , en el extremo oeste de la ciudad y a corta distancia , según mis cálculos , de la casa de Juan Marcos . Allí , frente a la cancela del espacioso jardín que se habría frente al palacete , el suboficial romano cedió oficialmente al prisionero al jefe de los levitas . Pero antes , dirigiendose a uno de los legionarios y de forma que todos pudiéramos oírle , ordenó :
Acompaña al preso y vela para que estos miserables no le maten sin el consentimiento de Poncio . Evita que lo asesinen y guarda de que a este galileo - dijo refiriéndose a Juan - le esté permitido acompañarle en todo momento . Observa bien cuanto suceda ....
Y dando media vuelta se alejó del lugar , en compañía del pelotón . Al despedirme de los dos mercenarios deposité disimuladamente sendas monedas de plata entre sus dedos , agradeciéndoles su ayuda y rogándoles que , antes de regresar a la fortaleza , le hablasen al compañero que había sido designado por Arsenius para proteger a Jesús y a Juan y le suplicasen que me permitiera hacerles compañía . Los infantes sonrieron y , sin formular pregunta alguna , el que hablaba griego se entendió con el soldado para que mis deseos  fuesen cumplidos  . Otro discreto y oportuno denario de plata  en el puño de este último terminó por disiparn todas las suspicacias  y recelos . De momento , mi presencia en la sede de Anás estaba garantizada .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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