Los látigos regresaron a los cintos y el que parecía responsable de la tinaja , incrédulo y desconfiado , me interrogó a su vez , interesándose por la identidad de aquel inconsciente griego que había el descaro de interrumpirlos . Sin perder la sonrisa me proclamé amigo del procurador romano . Al oír el nombre de Poncio , dos de aquellos truhanes se retiraron y mi interlocutor , palideciendo , cambió de tono y de táctica , tartamudeando . Aproveché su flaqueza de ánimo , y antes de que llegara a arrepentirse, tomé su mano , entregándole dos sequel . ( El precio , a la vista del deterioro del pescado , me pareció más que razonable . Una jornada laboral , de sol a sol , recibía entonces una paga equivalente a un denario . El sequel , a su vez , solía cambiarse por cuatro denarios . )
Los ojillos del miserable capataz chispearon codiciosos . Ambos sabíamos que aquellos ocho denarios eran todo un regalo . Y dando media vuelta se encaminó hacia uno de los almacenes , seguidos por otro de los jefes de muelle . El am-ha-arez continuaba en el suelo , con la piel abierta y ensangrentada por las correas de cuero , sollozando y sin atreverse a despegar los brazos que cubrían su cabeza .
<< ¡ Dios mío ! >>
Al arrodillarme comprobé con desolación que se trataba de un niño . Quizá tuviera doce o trece años . Su cuerpo , esquelético , con la espalda llagada por el cotidiano roce de los fardos , tenblaba y se agitaba , presa del miedo y del dolor . Aparté sus manos y , dulcemente , como creo que jamás he hablado a ser humano alguno , procuré consolarle . El muchacho , con sus intensos y espantados ojos negros ,me miró confuso. Le sonreí y tomandole entre mis brazos , le conduje hasta el tenderete del hotelano que me había servido las provisiones . Jonás estupefacto y maravillado , complió mis ordenes sin rechistar . Me proporcionó aceite y vino y , delicada y cariñosamente , fui limpiando las heridas , sin dejar de sonreirle . A muy pocos metros de donde me encontraba , a las puertas del almacén por el que les había visto desaparecer , el sirio y su complice manipulaban una pequeña balanza de de mano , con doble escala , en la que , una y otra vez , procedieron al pesaje de las monedas que les había ofertado. Satisfechos , tras lanzar una despreciativa mirada al joven cargador , se perdieron entre las hileras de porteadores , haciendo chasquear sus látigos contra las losas del muelle .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez
Los ojillos del miserable capataz chispearon codiciosos . Ambos sabíamos que aquellos ocho denarios eran todo un regalo . Y dando media vuelta se encaminó hacia uno de los almacenes , seguidos por otro de los jefes de muelle . El am-ha-arez continuaba en el suelo , con la piel abierta y ensangrentada por las correas de cuero , sollozando y sin atreverse a despegar los brazos que cubrían su cabeza .
<< ¡ Dios mío ! >>
Al arrodillarme comprobé con desolación que se trataba de un niño . Quizá tuviera doce o trece años . Su cuerpo , esquelético , con la espalda llagada por el cotidiano roce de los fardos , tenblaba y se agitaba , presa del miedo y del dolor . Aparté sus manos y , dulcemente , como creo que jamás he hablado a ser humano alguno , procuré consolarle . El muchacho , con sus intensos y espantados ojos negros ,me miró confuso. Le sonreí y tomandole entre mis brazos , le conduje hasta el tenderete del hotelano que me había servido las provisiones . Jonás estupefacto y maravillado , complió mis ordenes sin rechistar . Me proporcionó aceite y vino y , delicada y cariñosamente , fui limpiando las heridas , sin dejar de sonreirle . A muy pocos metros de donde me encontraba , a las puertas del almacén por el que les había visto desaparecer , el sirio y su complice manipulaban una pequeña balanza de de mano , con doble escala , en la que , una y otra vez , procedieron al pesaje de las monedas que les había ofertado. Satisfechos , tras lanzar una despreciativa mirada al joven cargador , se perdieron entre las hileras de porteadores , haciendo chasquear sus látigos contra las losas del muelle .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez
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