Un sólido puente , con la tradicional silueta de espalda de asno y tres gandes arcadas descansando sobre gruesos pilones y envigados , ayuda a salvar las aguas del alto Jordán , que en aquel punto y con sus 80 metros de anchura , pasaban raudas , silenciosas y cargadas de troncos y maleza . ( Al no poder construir grandes bóvedas rebajadas , los ingenieros romanos , - autores también de aquel puente - habían colocado el suelo central a gran altura , economizando así pilares y arcos y defendiendo la estructura de posibles crecidas . ) Al otro lado del río , enfrentados a derecha e izquierda del camino , se erguían sendos mojones de un metro de altura , marcando y advirtiendo al caminante de su ingreso en los dominios de Filipo .
El paisaje y la vegetación cambiaron radicalmente . El intricado bosque de álamos continiaba aguas arriba del Jordán , rumuroso y oscilante ante el empuje del viento. A cincuenta pasos del puente , sin embargo , los lugareños le habían puesto coto , talando la masa forestal y aprovechando la gran planicie pantanosa que de extendía hasta los lejanos cerros orientales , convirtiendo aquellos 12 kilómetros cuadrados en un rompecabezas de minitundios , acequias , bosquecillos de frutales , alque rías de tejados de paja , molinos y pequeñas piscinas , todo ello cruzado por un laberinto de senderillos que , naturalmente , evité a toda costa . Al filo del bosque , la senda principal se dividía en dos : el ramal de la izquierda culebreaba hacia el noroeste , lamiendo los árboles y perdiéndose en la vega . Aquel brazo del camino , bastante mejor cuidado que el de la derecha , conducía con toda probabilidad a la ciudad que resaltaba blanca y airosa - a cosa de 2 o 3 kilómetros -, encaramada en una colina y que , según las recientes informaciones , ostentaba la capitalidad de la Betijá : Bet Saida Julias , en honor de la hija de Augusto.
El segundo ramal , por el que obviamente me decidí , seguía casi paralelo al Jordán , esquivando un mosaico de lagunas no muy profundas , de aguas verdosas y poco recomendables , erizadas de cañas , juncos de mar , adelfas , papiros , énulas viscosas y un espinoso entramado de bathaho arbustos enanos que no pude indentificar.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El paisaje y la vegetación cambiaron radicalmente . El intricado bosque de álamos continiaba aguas arriba del Jordán , rumuroso y oscilante ante el empuje del viento. A cincuenta pasos del puente , sin embargo , los lugareños le habían puesto coto , talando la masa forestal y aprovechando la gran planicie pantanosa que de extendía hasta los lejanos cerros orientales , convirtiendo aquellos 12 kilómetros cuadrados en un rompecabezas de minitundios , acequias , bosquecillos de frutales , alque rías de tejados de paja , molinos y pequeñas piscinas , todo ello cruzado por un laberinto de senderillos que , naturalmente , evité a toda costa . Al filo del bosque , la senda principal se dividía en dos : el ramal de la izquierda culebreaba hacia el noroeste , lamiendo los árboles y perdiéndose en la vega . Aquel brazo del camino , bastante mejor cuidado que el de la derecha , conducía con toda probabilidad a la ciudad que resaltaba blanca y airosa - a cosa de 2 o 3 kilómetros -, encaramada en una colina y que , según las recientes informaciones , ostentaba la capitalidad de la Betijá : Bet Saida Julias , en honor de la hija de Augusto.
El segundo ramal , por el que obviamente me decidí , seguía casi paralelo al Jordán , esquivando un mosaico de lagunas no muy profundas , de aguas verdosas y poco recomendables , erizadas de cañas , juncos de mar , adelfas , papiros , énulas viscosas y un espinoso entramado de bathaho arbustos enanos que no pude indentificar.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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