Tenía que actuar con diligencia . A las 17 horas , como muy tarde , debería emprender el viaje de vuelta ala nave .
Si Nahum , con sus nueve o diez mil habitantes , se presentaba como un núcleo vibrante , en continua agitación , Bet Saida o Saidan , por el contrario , resultó un lugar silencioso , familiar , donde la vida discurría monótona y plácidamente . Fue un rincón de gratos recuerdos , en el que la codicia , la brutalidad y las ensidias que imperaban en la vecina Kefar Nahum apenas si fueron detectadas por quien esto escribe .
El camino que me había llevado hasta allí cruzaba Saidan de parte a parte , constituyendo la única vía principal . Algo asi como la << calla mayor >> del pueblo . Al oeste y este de dicha senda se apelotonaba un anárquico entramado de casas de piedra volcánica , sin el menor orden urbanístico , abierto por una endemoniada << tela de araña >> de callejones y patios que , a pesar de mis esfuerzos , jamás llegué a conocer en su totalidad . El sistema y los materiales empleados en la construcción de las casas - la mayoría de una sola planta - eran identicos a los de Nahum : bloques de basalto negro , tan abundantes en la región , formando hiladas muy poco ortodoxas , niveladas y rellenadas a base de tierra y guijarros . Y los tejados , ligeros y frágiles en la casi totalidad de las viviendas , habían sido dispuestos en declive , a base de vigas de madera y una rudimentaria mezcla de tierra batida y paja , que , tras la época de lluvias , debía ser recompuesta y apisonada . Siguiendo el mismo patrón que en Kefar Nahum , salvo alguna que otra excepción , las habitaciones , cuadradas , depósitos de forraje y almacenes en general se apretaban unos contra oros en torno siempre a un patio central , a cielo abierto , con una puerta única y común para las familias que compartían estas elementales << unidades vecinales .
Impulsado por la curiosidad , atravesé la aldea de un extremo a otro . Esquivas y tímidas , algunas mujeres espiaronj el paso de aquel extranjero desde la penumbra de las ventanas abiertas en los muros de piedra . De vez en cuando , correteados por niños descalzos , de cabezas rapadas y mejillas churretosas , grupos de patos , gallinas y gansos aleteaban inquietos y escandalosos , levantando el polvo del camino o precipitandose en el interior de los patios . Algunos de los muchachos , sentados en mitad de la calzada , jugaban con barcos de madera , lanzando y recogiendo sobre lam tierra retazos de redes que , en su fantasía , ora venían repletas , ora exhaustas . Imitaban el r´tmico vocerío de los remeros o el ulular del viento y el fragor de supuestas tempestades . Sonreí para mis adentros .ñ En el fondo y en la forma , los juegosm infantiles apenas si han cambiado con el paso de los siglos .Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Si Nahum , con sus nueve o diez mil habitantes , se presentaba como un núcleo vibrante , en continua agitación , Bet Saida o Saidan , por el contrario , resultó un lugar silencioso , familiar , donde la vida discurría monótona y plácidamente . Fue un rincón de gratos recuerdos , en el que la codicia , la brutalidad y las ensidias que imperaban en la vecina Kefar Nahum apenas si fueron detectadas por quien esto escribe .
El camino que me había llevado hasta allí cruzaba Saidan de parte a parte , constituyendo la única vía principal . Algo asi como la << calla mayor >> del pueblo . Al oeste y este de dicha senda se apelotonaba un anárquico entramado de casas de piedra volcánica , sin el menor orden urbanístico , abierto por una endemoniada << tela de araña >> de callejones y patios que , a pesar de mis esfuerzos , jamás llegué a conocer en su totalidad . El sistema y los materiales empleados en la construcción de las casas - la mayoría de una sola planta - eran identicos a los de Nahum : bloques de basalto negro , tan abundantes en la región , formando hiladas muy poco ortodoxas , niveladas y rellenadas a base de tierra y guijarros . Y los tejados , ligeros y frágiles en la casi totalidad de las viviendas , habían sido dispuestos en declive , a base de vigas de madera y una rudimentaria mezcla de tierra batida y paja , que , tras la época de lluvias , debía ser recompuesta y apisonada . Siguiendo el mismo patrón que en Kefar Nahum , salvo alguna que otra excepción , las habitaciones , cuadradas , depósitos de forraje y almacenes en general se apretaban unos contra oros en torno siempre a un patio central , a cielo abierto , con una puerta única y común para las familias que compartían estas elementales << unidades vecinales .
Impulsado por la curiosidad , atravesé la aldea de un extremo a otro . Esquivas y tímidas , algunas mujeres espiaronj el paso de aquel extranjero desde la penumbra de las ventanas abiertas en los muros de piedra . De vez en cuando , correteados por niños descalzos , de cabezas rapadas y mejillas churretosas , grupos de patos , gallinas y gansos aleteaban inquietos y escandalosos , levantando el polvo del camino o precipitandose en el interior de los patios . Algunos de los muchachos , sentados en mitad de la calzada , jugaban con barcos de madera , lanzando y recogiendo sobre lam tierra retazos de redes que , en su fantasía , ora venían repletas , ora exhaustas . Imitaban el r´tmico vocerío de los remeros o el ulular del viento y el fragor de supuestas tempestades . Sonreí para mis adentros .ñ En el fondo y en la forma , los juegosm infantiles apenas si han cambiado con el paso de los siglos .Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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