jueves, 26 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 21 de abril , viernes ( 17 )

Le vi descalzarse . Abandono las sandalias sobre la arena y como un niño , levantando los bajos de la túnica con la mano derecha  , fue adentrándose en las aguas , chapoteando y jugando con la izquierda . Le seguí con la vista , entre atónito y emocionado . ¡ Aquel << niño - grande >> , capaz de disfrutar con el simple roce del lago , era el Jesus de Nazaret que yo había conocido ! Súbitamente , quizá al pisar en falso , , comenzó a oscilar . Y su enorme humanidad , tras desequilibrarse  , fue a caer de costado  , salpicado y removiendo las aguas . Corrí en su ayuda . Pero , al llegar a la orilla , el Maestro , sentado sobre el fondo y con el agua por el vientre  , se volvió hacia mí y , entre sonoras carcajadas , con su habitual buen humor , me gritó feliz :
- ¡ Me estoy haciendo viejo !
Creí enloquecer . Su comportamiento - incluyendo la aparatosa caída  - era tan natural que nadie , en su sano juicio , podría creer cuanto estaba presenciando . ( A veces , cuando me despierto en mitad de la noche  , muchas de aquellas  escenas  se agitaban en mi memoria  y tengo dificultades para discernir  si , en realidad, se trataba de un sueño ... )
Disfrutando del momento  , el maestro permaneció unos minutos en el agua . Se refrescó el rostro y , echando la cabeza atrás , cerró los ojos , saboreando aquellos primeros  y tibios  rayos de sol . De repente reparé  en sus sandalias . Me agaché y , tomando una de ellas , la examiné  . Parecían  las mismas de siempre , con una desgastada suela  de hierba prensada y las tiras de cuero que servían para sujetarlas  entre los dedos . Levanté la vista . Jesús  continuaba co las manos apoyadas en el lecho del yam , recibiendo la cálida bendición de un nuevo día  , que prometía  ser tan caluroso como el precedente . Como un ladrón , aprovechando su momentáneo ensimismamiento  , acerqué la sandalia a mi nariz  , olfateándola . No había duda : la prenda guardaba el característico olor que desprende un pie , mezcla de sudor y de tierra  . Un tanto avergonzado por mi insaciable  desconfianza , la solté  , regresando junto al fuego . Jesús , de pie , con la túnica de lino chorreando , dedicó unos segundos  a otear el horizonte . Algunas de las lanchas , en efecto , habían puesto proa a Saidan . El gran momento se acercaba .Y prudentemente me retiré hacia las escaleras que conducían al hogar de los Zebedeo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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