jueves, 26 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 21 de abril, viernes ( 16 )

No presté mayor atención a la repentina ausencia del benjamín . Tampoco Jesús hizo el menor comentario . El alba , naranja y veloz , oscureció las estrellas , despertando al Kennereth . Sus aguas , primero grises , fueron verdeando y , casi al unísono , las embarcaciones apagaron sus luces . En la costa oeste , entre Hamat y Migdal , una compacta bruma ocultaba los acantilados , de los que empezaban a escapar unos blancos y << alborotadores << averías >> de gaviotas . En el yam recobraba su cotidiano ritmo, animado por las lejanas voces de los pescadores .
<<m Cuando ya amaneció , estaba Jesús en la orilla ... >>
La frase de Juan , el Evangelista , me puso en extrema alerta . La << aparición oficial >> a sus íntimos  no tardaría en producirse . Pero el Resucitado , absolutamente tranquilo , no parecía prestar interés a las oscuras lanchas que se deslizaban a cosa de una milla , frente a la desembocadura del alto Jordán . Desde allí , al menos para mí , era imposible distinguir las embarcaciones de Pedro y Santiago .
El Maestro avivó el fuego y , por espacio de un par de minutos , permaneció en cuclillas , abstraido en el revoloteo de las flamas . La naciente luz de aquel viernes y la reverberación del fuego iluminaron una piel bronceada , exactamente igual a la que había lucido en vida . Pero ¿ Cómo hablar de << vida >> o de << muerte >> ? Para alguien que ignorase los horribles sucesos acaecidos  dos semanas atrás , y que contemplara al rabí en aquellos precisos instantes , hubiera sido defícil de aceptar que se trataba de un hombre  muerto y sepultado . Mi cerebro , por enésima vez , se reveló . Sin embargo , a los pocos  segundos tuve que rendirme  a la evidencia  . ¡ Aquel cuerpo también daba sombra ! Es más : en uno de los caracoleos  de la fogata  , una bocanada  de humo le pilló por sorpresa ( ? ) . Instintivamente braceó , intentando disiparlo . Pero el humo , implacable , se coló en su garganta  provocándole  tos . Jesús  se irguió y , como la cosa más lógica y natural ( ? ) del mundo , me apresuré a auxiliarle , palmeando repetidamente sobre las anchas espaldas . El Maestro se retiró de la hoguera y , tras guiñarme un ojo , caminó hacia la orilla  . Ahora , sinceramente , ya no se que pensar . Si era capaz de leer mis dudas y pensamientos  , ¿ puedo atribuir este pequeño y significativo incidente a la mera casualidad o a su expreso deseo de disipar mis conjeturas ?
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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