Enun abrir y cerrar de ojos , a riesgo de sufrir una peligrosa caída , el benjamín << voló >> materialmente sobre los últimos peldaños , corriendo como una liebre hacia la fogata . En su maravilloso aturdimiento tropezó con los cantos y cayó de bruces . No sé si llegó a tocar la arena . Medio se incorporó y , casi a gatas , fue a estrellarse contra las piernas del Resucitado . Se abrazó a ellas y , entre lágrimas , hipos y una risa nerviosa , repitió una y otra vez :
- ¡ Mi Señor y mi Maestro !
En el fondo era tragicómico . De nuevo , el << chico de los recados >> les había ganado la partida . Los diez, atónitos , parecían estatuas de sal .
Y al fin , Jesús , tomando a Juan Marcos por los brazos , le obligó a alzarse . El benjamín , radiante , aplastó su rostro contra el pecho del gigante . Creo que fue la primera vez que experimenté una sana envidia . Lo confieso : en más de una oportunidad me hubiera gustado imitar al hijo de los Marcos . Además : ¡ qué excelente ocasión para estudiar la frecuencia cardiaca de aquel << cuerpo >> !
El Maestro agitó cariñosamente los revueltos cabellos del muchacho y , en tono distendido , comentó :
- Juan , estoy contento de volver a verte en Galilea , donde podremos tener una buena conversación . Quédate con nosotros a desayunar.
Y dirigiéndose a los petrificados discípulos les ordenó :
- Traed vuestro pescado y preparad algunos para desayunar . Tenemos fuego y mucho pan.
¿ Pan ? Aquello era nuevo . en efecto , para mi desconcierto , junto a los restos del haz de leña , aparecían - meticulosamente apiladas - seis gruesas y redondas hogazas de pan blanco . ¿ De dónde habían salido ? Yo no recordaba haberlas visto durante nuestra conversación . Juan , en su Evangelio , no hace alusión a la enigmática presencia del pan porque , muy posiblemente , no reparó en ello o , quizá al desembarcar , supuso que alguien de su casa lo había trasladado hasta allí . Lo cierto es que ninguno de los habitantes del caseron de los Zebedeo - ni siquiera la señora - llegó a ver al Maestro , excepción hecha , naturalmente , de Juan Marcos y de los íntimos . Aún hoy sigo preguntándome cómo demonios aparecieron tales panes en la playa . La única respuesta - tanto para la leña como para las hogazas - resulta tan increible que prefiero olvidarla ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- ¡ Mi Señor y mi Maestro !
En el fondo era tragicómico . De nuevo , el << chico de los recados >> les había ganado la partida . Los diez, atónitos , parecían estatuas de sal .
Y al fin , Jesús , tomando a Juan Marcos por los brazos , le obligó a alzarse . El benjamín , radiante , aplastó su rostro contra el pecho del gigante . Creo que fue la primera vez que experimenté una sana envidia . Lo confieso : en más de una oportunidad me hubiera gustado imitar al hijo de los Marcos . Además : ¡ qué excelente ocasión para estudiar la frecuencia cardiaca de aquel << cuerpo >> !
El Maestro agitó cariñosamente los revueltos cabellos del muchacho y , en tono distendido , comentó :
- Juan , estoy contento de volver a verte en Galilea , donde podremos tener una buena conversación . Quédate con nosotros a desayunar.
Y dirigiéndose a los petrificados discípulos les ordenó :
- Traed vuestro pescado y preparad algunos para desayunar . Tenemos fuego y mucho pan.
¿ Pan ? Aquello era nuevo . en efecto , para mi desconcierto , junto a los restos del haz de leña , aparecían - meticulosamente apiladas - seis gruesas y redondas hogazas de pan blanco . ¿ De dónde habían salido ? Yo no recordaba haberlas visto durante nuestra conversación . Juan , en su Evangelio , no hace alusión a la enigmática presencia del pan porque , muy posiblemente , no reparó en ello o , quizá al desembarcar , supuso que alguien de su casa lo había trasladado hasta allí . Lo cierto es que ninguno de los habitantes del caseron de los Zebedeo - ni siquiera la señora - llegó a ver al Maestro , excepción hecha , naturalmente , de Juan Marcos y de los íntimos . Aún hoy sigo preguntándome cómo demonios aparecieron tales panes en la playa . La única respuesta - tanto para la leña como para las hogazas - resulta tan increible que prefiero olvidarla ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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