sábado, 21 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 20 de abril , jueves ( 18 )

A juzgar por lo que nos habíamos distanciado , aquella zona del lago no debía ser muy profunda : quizá oscilara alrededor de los cinco o seis metros  . Pasaron unos minutos  tensos e  interminables . Nadie se movió . Quien esto escribe , acurrucado en el fondo de la barca  , no se atrevía  ni a respirar . De vez en cuando , empujada por el dulce balanceo , el agua de la sentina mojaba mis pies .
Y , de pronto , como un trueno , al tiempo que señalaba hacia estribor , Simón Pedro vomitó una maldición . A 15 o 20 metros del costado derecho de la lancha  - hacia el interior del lago -,  las aguas comenzaron a << hervir >> y a espumear . El banco de peces que venía siguiendo el sais se había desplazado , burlando así a los galileos  . Entre el borboteo de la superficie  vi saltar algunos ejemplares , cuyos vientres destellaron como la plata a la luz de sol
- ¡ Hijos de mil rameras ! ...
Las imprecaciones por parte del guía se sucedieron como un torbellino . Jamás pude imaginar a un futuro << cabeza >> de la Iglesia católica tan desarmado y fuera de sí .
La primera operación - lo que los galileos del yan denominaban  << situar la barca >> - había fracasado . Atemorizado ante el pésimo genio de Simón , llegué a lamentar el haber aceptado la invitación . Si cometía el más pequeño de los fallos  , la carga de mal humor de aquel energúmeno me habría destrozado . Sin embargo , a ninguno de los remeros pareció molestarle la sarta de juramentos y palabras mal sonantes  que escupía el hombre que , pocas horas antes . los había animado a salir a los caminos y predicar la paz y la fraternidad .
El espumeante banco de tilapias terminó por sumergirse y , como si nada hubiera ocurrido , la tripulación se concentró en un nuevo , silencioso y paciente rastreo de la zona , navegando siempre a una distancia máxima de 50 a 70 metros del litoral . Transcurrida una media hora , algunos esporádicos y solitarios saltos de peces entre la lancha y la orilla alertó al sais . Simón Pedro  levantó el brazo , haciendo una señal a los de tierra  , y la barca , briosamente impulsada por los remeros  , comenzó a navegar con fuerza , sosteniendo un rumbo paralelo a la costa .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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